Tu bebé se niega a obedecer por primera vez

Consejos para la rebeldía de tu hijo

Tu bebé se niega a obedecer por primera vez

Tu hijo rechaza todo lo que le dices. Solo sabe decir una cosa: "¡Nooo!". ¿Qué le pasa?

La primera vez que no quiere olvidarme

¿Por qué te afecta? Tu renacuajo se planta delante de ti y te desafía con la mirada. No, no quiere sentarse a la mesa, quiere ver el final de Bob Esponja. ¿Cómo? Te quedas desconcertada ante esta rebelión inesperada y no sabes mucho qué decir. Hasta ahora, bastaba que le pidieras algo para que obedeciera. A veces protestaba, claro, como cuando le decías que era hora de acostarse. Y estabas acostumbrada a decidir todo por él: la ropa que se iba a poner, lo que iba a comer... Vas a tener que acostumbrarte: tu pequeño no forma parte de ti, tiene una voluntad propia. Y es capaz de llegar al enfrentamiento para autoafirmarse.

Hacia la fase de oposición

Para autoafirmarse como persona, tu hijo debe superar una serie de etapas. Pasó la angustia del octavo mes, la época en la que necesitaba constantemente asegurarse de que estabas a su lado. Ahora tiene más confianza en sí mismo y maneja mejor las palabras y su cuerpo. Camina, corre y se aleja cada vez más de ese bebé frágil y dependiente que era al nacer. Cada día descubres nuevas señales de autonomía. Entre los 16 meses y los 2 años y medio, te vas a enfrentar ?o tal vez lo estás haciendo ya- a un nuevo capítulo. Es lo que los psicólogos llaman la fase de oposición o etapa del no.

Rechaza incluso lo que le gusta

Todo empieza de modo sutil: vuelve la cabeza cuando le acercas la cuchara para indicar que no quiere comer o hace como que no te ve cuando le das el abrigo. Y aparece la palabra: "¡No!". A partir de ese momento, vas a pasar una temporada en la que no oirás otra cosa. Se va a oponer a cualquier cosa que le digas. Salir a pasear, comer una galleta, bañarse, ir a visitar a la abuela... Aunque sean cosas que le gustan.

Es la palabra de la conquista del poder

Hasta ahora, tu hijo solo hacía lo que vosotros, sus padres, le decíais que hiciera. Pero empieza a considerar que solo recibe ingratitud a cambio de su obediencia. ¿Es que no os dais cuenta? ¡No hacéis lo que él quiere! Y encima, os empeñáis en llevarle la contraria. No puede tocar ese jarrón de cristal tan bonito y que tanto le atrae, no puede salir solo al jardín, tiene que aguantarse y no vaciar los cajones... También empieza a rechazar el carrito de paseo.

¿Por qué te afecta? Cuando empujas el carrito, tú decides. Ahora que tu hijo sabe andar, tiene veleidades de independencia. Se retuerce como una anguila, intenta ponerse de pie y arrastra los pies por el suelo para frenar el carrito. Ya no es ese bebé al que llevabas adonde querías sin necesidad de consultarle. Ves que se te escapa y eso te apena un poco. Además, sabes que vas a tardar el doble en hacer la compra y estás segura de que va a disfrutar maliciosamente caminando sobre los charcos... ¡Es lo que hay! En la medida de lo posible, respeta su deseo de ir caminando. Andar es bueno para la salud, a todas las edades.

Entre los 12  y los 18 meses, el niño descubre también el "no" en tu boca. Es una palabra mágica que le frena en seco. Es la palabra de la toma de poder. Entonces, ¿por qué no utilizarla? El pequeño decide usarla para manipular a los demás. El "no" es una forma sana y enérgica de autoafirmarse: "Yo decidido por mí mismo". En realidad, muchas veces tu hijo está de acuerdo con lo que le pides. Dice "no", pero hace "sí". Ese "no" está ahí para que sepas que si acepta tu propuesta no es porque esté obligado a hacerlo, sino porque él quiere. ¡No es sencillo!

¿Cómo actuar?

Es fácil disuadirle de sus primeros "noes", porque no suelen ser una auténtica negación. Mantente firme: "Entiendo que digas que no, pero de todos modos vamos a hacer lo que yo he decidido". Generalmente basta con que distraigas su atención para lograr lo que quieres: "Si vamos al parque, podrás montarte en los columpios, ¿qué te parece?". Verás como tu pequeño tozudo se pone el abrigo y se olvida de que había decidido que no quería salir de casa.

Reduce los conflictos a las cosas realmente importantes. Al fin y al cabo, ¿qué más da si quiere ponerse el jersey azul en lugar del gris? Cada familia debe determinar en qué asuntos no están dispuestos a transigir (la hora de acostarse, el respeto a los demás, los buenos hábitos alimentarios...) y en qué momento puede el niño dar su opinión y escoger.

No cedas si el asunto es importante para ti. Simplemente corta la discusión diciendo: "Es así y se acabó". De este modo pones fin a la crisis, lo que supone un alivio para el pequeño.
A medida que tu hijo crezca, irá pasando del rechazo al conflicto. Es como si dijera: "¿Quién decide sobre las cosas que me afectan?". Hay que hacerle entender que él, no. A veces parece más fácil ceder que pelearse con tu pequeño cabezota, pero necesita que te mantengas firme y establezcas unos límites claros.

Si no quieres enfrentarte a él diez veces al día, no le pidas su opinión. En lugar de proponerle: "¿Quieres venir conmigo a la compra?", dile: "Ven, vamos a hacer la compra". Díselo poniéndote físicamente a su altura y pídele que te mire cuando le hablas.

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