Natación para bebés

Beneficios de la matronatación para bebés

Numerosos especialistas aconsejan la natación para los bebés como una actividad enriquecedora para su desarrollo físico, psíquico y afectivo.

El recién nacido, gracias a sus recientes experiencias en el ambiente acuoso del útero materno, posee una serie de reflejos que le facilitarán su rápida adaptación al agua. A lo largo de los meses perderá dichos reflejos si no los ejercita y posiblemente desarrollará sentimientos de desconfianza y miedo.

Matronatación para bebés

Natación para bebés

Unos lo llaman natación para bebés; otros, estimulación acuática, matronatación, etc. Son distintas maneras de nombrar el acto de aprender a nadar siendo bebés, pero no es lo que la mayoría de las personas entienden por aprender a nadar. El niño puede llegar a ser autónomo en el agua, pero antes de los 4 ó 5 años no nadará con estilo. Se trata más bien de una actividad lúdica en la que el pequeño se adapta poco a poco al agua, a la vez que desarrolla su organismo, refuerza sus vínculos afectivos, comienza su vida social, estimula su inteligencia y convierte sus movimientos en algo funcional, dominando destrezas y actitudes de supervivencia.

Cuando son muy pequeños, los niños se suelen familiarizar inmediatamente con el agua, abren sus ojos sin miedo, mantienen la respiración y se mueven de forma espontánea. Los bebés menores de un año se adaptan más deprisa que los mayores, ya que a partir de los 8/9 meses pierden algunos reflejos innatos si no se ejercitan, como el pataleo desorganizado o el cierre de la glotis, e irán desarrollando sentimientos de desconfianza y miedos hacia el agua, que dificultarán en muchos casos el aprendizaje de la natación.

Los niños pueden aprender a nadar desde las primeras semanas de vida, pero las escuelas de natación no suelen admitirlos hasta cumplidos unos meses. Por ello, se recomienda que los padres favorezcan la familiarización del niño con el agua durante los primeros meses de vida, ya en la bañera de casa.

Métodos de natación para bebés

Existen dos grandes tendencias en la natación para bebés. Ambas desarrollan sus actividades a través del juego y hacen partícipes a los padres en la piscina, aprovechando la importancia del vínculo afectivo que se establece entre padres e hijos. La diferencia está, sobre todo, en el concepto que tienen del alumno y, en consecuencia, sus objetivos y actividades son diferentes.

Unos métodos intentan desarrollar prioritariamente en el niño respuestas de supervivencia en un periodo de tiempo concreto, que suele ser corto. A través de la repetición de estímulos provocan en el alumno una respuesta refleja (involuntaria). Los padres sujetan en brazos a sus hijos y van realizando los ejercicios que les indica el profesor (1, 2, 3, te soplo la carita y... ¡bajo el agua!). Lo importante es conseguir que las inmersiones sean cada vez más largas y que el bebé vaya por debajo del agua cada vez más lejos.

Otros, aplicando la psicomotricidad en el medio acuático, enseñan a nadar al bebé ofreciéndole un entorno lleno de posibilidades que le permiten explorar, experimentar, intercambiar y jugar libremente en el agua junto con sus padres. Se basa en el respeto a la individualidad y, por lo tanto, el tiempo de aprendizaje es distinto en cada niño. El profesor, teniendo en cuenta cada circunstancia, va proponiendo situaciones e indicando pautas y recomendaciones de actuación, de forma que las respuestas motoras, que en principio surgieron de forma espontánea, se vayan ejercitando y coordinando para poderlas aplicar a la natación.

Beneficios de la matronatación en bebés

La natación brinda unas posibilidades de movimiento que no se tienen en tierra firme, por lo que ofrece una serie de beneficios a nivel orgánico, intelectual, afectivo y social. Amplía la capacidad del sistema respiratorio, regula la circulación sanguínea, desarrolla una musculatura proporcionada que le permite posturas y movimientos cada vez más armónicos (equilibrio), estimula el sistema inmunológico y canaliza las energías sobrantes, consiguiendo una actitud más relajada. No solo incentiva el dominio del cuerpo, sino su conocimiento y la formación de una imagen corporal adecuada. Favorece, además, el desarrollo del lenguaje, ya que los niños van poniendo nombre y aprendiendo a explicar poco a poco lo que hacen y lo que sienten.

El agua también estimula la capacidad y el espíritu de juego del niño, hecho que repercutirá positivamente en aprendizajes futuros. Asimismo, es una de las primeras propuestas a nivel social: niños, padres y monitor se reencuentran cada semana para participar en un mismo proyecto y compartir tiempo y espacio. Además, el dominio paulatino de este medio va dando al niño una seguridad e independencia que va a trascender a otros ámbitos y le va a ayudar a adquirir un conocimiento de sus posibilidades y limitaciones. Y, por último, el beneficio más importante: la alegría y el placer que le proporciona esta actividad (si se aborda de forma adecuada).

Virginia González. Psicóloga y profesora


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