Cuento para niños: El enigma de la Esfinge. Leyendas de la mitología griega
Cuentos para explicar la mitología griega a los niños
La mitología griega son una serie de relatos y leyendas que presentan un mundo habitado por los dioses que viven en el Olimpo, semidioses, mortales, ninfas, titanes y otras criaturas.
A través de los mitos, los antiguos griegos intentaban dar sentido a aquello para lo que no tenían explicación. Y esas historias han calado tan hondo que hoy en día siguen estudiándose y contándose.
Para que tus hijos o alumnos puedan aprender sobre las leyendas de la mitología griega, te presentamos el cuento para niños del enigma de la Esfinge, un cuento sobre un castigo, un monstruo, un acertijo y un héroe.
Ver también: Cuentos de la mitología griega para niños
Mitología griega para niños: El enigma de la Esfinge
Érase una vez hace muchos muchos años, los dioses vivían en el Monte Olimpo y siempre observaban a los humanos. Así, premiaban a aquellos que eran valientes y fuertes y castigaban a todo aquel que osara enfrentarse a ellos o les engañara. Un día Hera, esposa de Zeus, decidió castigar a los habitantes de la ciudad de Tebas enviándoles a la Esfinge.
La Esfinge era un enorme monstruo que tenía cabeza de mujer, cuerpo de león y unas enormes alas de águila. Hera colocó a Esfinge en un desfiladero, justo a la entrada de Tebas. Así, todo el que quisiera entrar a la ciudad, tendría que pasar ante este monstruo.
Cuando alguien se acercaba, la Esfinge le decía:
- Si quieres entrar en la ciudad, debes responder un acertijo, decía la Esfinge.
- ¿Y si no logro descifrarlo?, preguntaba el viajero.
- Acabaré contigo aquí mismo, respondía la Esfinge.
El enigma que planteaba la Esfinge a todos los viajeros decía así:
- ¿Quién es el único ser de entre todos los habitantes de la tierra que anda con cuatro pies por la mañana, dos al mediodía y tres por la noche?
Aquel acertijo resultaba tan difícil que los viajeros se echaban a temblar ante el temor de que la Esfinge acabara con su vida. Y ese mismo miedo, les impedía pensar con claridad.
La Esfinge aprovechaba ese momento de duda y temor para tragarse al viajero sabiendo que no lograría resolver el enigma. Durante algunos años, la Esfinge sembró el temor y pocos viajeros ya se aventuraban hacia la ciudad de Tebas. Los comerciantes no querían pasar por el desfiladero, tampoco los labradores, los artesanos o los ganaderos. Y así, la ciudad de Tebas comenzó a pasar hambre y penurias.
Sin embargo, todo cambié el día que un forastero llamado Edipo decidió enfrentarse al Enigma de la Esfinge. Edipo había hacido en Tebas, aunque se había criado lejos de la ciudad. Era un joven muy inteligente, valiente y seguro de sí mismo. Cuando le contaron lo que estaba ocurriendo en su ciudad, partió de viaje de inmediato convencido de que podría resolver cualquier enigma.
- ¿Adónde vas viajero?, preguntó la Esfinge a Edipo cuando lo vio entrar al desfiladero.
- A Tebas, respondió Edipo
- No podrás pasar a no ser que respondas un acertijo, sentenció la Esfinge.
- De acuerdo, estoy preparado.
- ¿Quién es el único ser de entre todos los habitantes de la tierra que anda con cuatro pies por la mañana, dos al mediodía y tres por la noche?
Edipo escuchó muy atentamente cada palabra, cerro los ojos, se concentró mucho y evitó pensar en lo que le ocurriría si no lo resolvía. Analizó el acertijo sin pensar en un solo segundo en la Esfinge y después de un momento, la miró y dijo:
- Tengo la solución a tu enigma: es el hombre. El hombre es el único que anda a cuatro patas cuando es un bebé, camina con dos cuando es jóven y, al final de su vida, se ayuda de un bastón para seguir caminando, es su tercer pie.
La cara de la Esfinge que siempre era seria se mostró llena de rabia. Edipo había logrado resolver el enigma y el monstruo hubo de aceptar su derrota.
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Sus ojos se volvieron rojos, su cuerpo se puso rígido, sus alas se extendieron y huyó de aquel lugar para no volver nunca más. Algunos dicen que se lanzó desde la cima de una montaña presa de la ira.
Edipo pudo entrar en Tebas y con él entraron los labradores, ganaderos y demás viajeros pudieran de nuevo comerciar con Tebas y devolverle su esplendor a la ciudad. Los habitantes felices de lo valiente e inteligente que había sido Edipo le nombraron rey en agradecimiento.
Fin
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