¿Cómo se estudia en otros países? Las escuelas de Japón a Ghana
Educación global, culturas distintas, aprendizajes compartidos
Publicado por Patricia Fernández, bloguera y periodista especializada en ocio y tiempo libre
Creado: 4 de mayo de 2025 08:49 | Modificado: 4 de mayo de 2025 08:56
Cuando pensamos en una escuela, solemos imaginar pupitres, libros, pizarras... pero la realidad es mucho más variada. En cada rincón del planeta, los niños se educan de formas distintas, adaptadas a sus culturas, tradiciones, recursos y sueños. Algunos comienzan el día con ejercicios de meditación, otros bailan y cantan en grupo antes de aprender matemáticas. En ciertas aulas, no hay exámeneshasta los 12 años; en otras, se enseña al aire libre o bajo un árbol.
Queremos contarte cómo es la educación en tres países muy distintos: Japón, Finlandia y Ghana. Descubriremos cómo son sus escuelas, qué valores transmiten, qué diferencias hay en los métodos de enseñanza y cómo, a pesar de las distancias, todos buscan lo mismo: formar personas curiosas, responsables y preparadas para vivir en sociedad.
Índice
1. Japón, aprender también es respetar2. Finlandia: menos presión, más bienestar
3. Ghana: aprender como acto de comunidad
4. Tres países, tres estilos... un mismo sueño
5. ¿Qué podemos aprender desde aquí?
Japón, aprender también es respetar
Si alguna vez has visto cómo funciona una escuela japonesa por dentro, probablemente te hayas quedado con la boca abierta. Allí, los niños no solo aprenden matemáticas o lengua: aprenden a vivir en comunidad desde que tienen uso de razón.
Los tres primeros años de escuela no se enfocan en exámenes ni notas. El objetivo es formar el carácter. Se enseña la importancia del respeto, la limpieza, la humildad. No hay personal de limpieza: los propios alumnos barren el aula, limpian los baños, friegan el suelo. Y lo hacen sin quejarse, porque saben que es parte del aprendizaje.
También se turnan para servir la comida a sus compañeros. Comen todos juntos, en el aula, y hay un valor profundo en ese gesto tan cotidiano. En Japón, la escuela es una extensión del hogar y de la sociedad. Se fomenta el esfuerzoy la responsabilidad desde pequeños. A medida que crecen, el sistema se vuelve exigente: clases por la tarde, academias extraescolares, una fuerte cultura del rendimiento. Pero ese inicio tan centrado en los valores humanos deja huella.
Y sí, en las escuelas japonesas también se habla de civismo, de cómo resolver conflictos, de cómo vivir en armonía. Una educación que enseña tanto a pensar como a convivir.
Finlandia: menos presión, más bienestar
Viajamos ahora al norte, al frío amable de Finlandia, donde el sistema educativo lleva años dando que hablar por sus resultados... y por su sencillez.
Allí, los niños no pisan una escuela hasta los 7 años, y cuando lo hacen, se encuentran con un entorno relajado, sin deberes, sin prisas, sin exámenes estandarizados. ¿Milagro? No. Confianza.
Confianza en los niños, en sus ritmos. Confianza en los maestros, que están muy bien formados y gozan de prestigio social. Confianza en que aprender no significa repetir, sino entender, conectar, disfrutar.
Las jornadas escolares duran unas 4 horas al día. El resto del tiempo está pensado para que los niños jueguen, descansen, hagan deporte, estén con su familia. La educación emocionaly la salud mental se consideran parte del aprendizaje. Y aunque hay un currículo que cumplir, cada profesor tiene autonomía para decidir cómo enseñarlo.
En Finlandia, se cree que no es más listo quien antes aprende, sino quien aprende mejor. Y a menudo, aprender mejor significa hacerlo sin miedo, sin ansiedad, sin etiquetas.
Ghana: aprender como acto de comunidad
Nuestro último destino está en África Occidental, en Ghana, un país lleno de vida, desafíos y esperanza. Aquí la educación es un tesoro muy valorado, aunque las condiciones sean duras.
En muchas zonas rurales, las escuelas funcionan con pocos recursos. A veces no hay libros. A veces, ni techo. Pero el deseo de aprender es más fuerte. Los niños caminan kilómetros cada mañana para llegar a clase. Comparten pupitres, cuadernos, historias.
En Ghana, la escuela no es solo un lugar de aprendizaje. Es un centro de comunidad. Padres, abuelos y vecinos ayudan a construirla, a mantenerla, a protegerla. Las clases se basan mucho en lo oral: canciones, repeticiones en grupo, juegos. Los mayores ayudan a los pequeños. Se aprende en colectivo. Y se aprende también a convivir con muchas lenguas: inglés en clase, pero twi, ewe o dagbani en casa.
El gobierno y organizaciones internacionales trabajan para mejorar la calidad educativa. Pero lo que ya existe, con sus limitaciones, tiene una riqueza que no siempre valoramos desde fuera: la fuerza de la comunidad, el entusiasmo por saber más, el sentido de que educar es un acto compartido.
Tres países, tres estilos... un mismo sueño
Japón, Finlandia, Ghana. Tres lugares distintos, tres modelos educativos muy diferentes. Uno valora el respeto y el esfuerzo como base de la convivencia. Otro apuesta por la libertad, la autonomía y el bienestar emocional. Y otro demuestra que se puede enseñar incluso con muy poco, cuando lo que hay es voluntad, entrega y comunidad.
Lo que más me emociona al mirar estos tres ejemplos es que, al final, todos apuntan hacia lo mismo: formar personas. No solo estudiantes con notas brillantes. Personas que sepan vivir en sociedad, respetar a los demás, superar dificultades, pensar por sí mismas.
¿Qué podemos aprender desde aquí?
Desde España, a veces vemos estos modelos como algo lejano o idealizado. Pero también podemos preguntarnos: ¿qué podríamos incorporar nosotros?
De Japón, tal vez podríamos quedarnos con la educación en valores, con la responsabilidad colectiva, con la idea de que no todo se enseña con un libro.
De Finlandia, podríamos aprender que el bienestar emocional es parte fundamental del éxito académico. Que no siempre hay que correr.
Y de Ghana, que el entusiasmo por aprender no necesita recursos infinitos, sino sentido, comunidad, esperanza.
Viajar por las escuelas del mundo es también un ejercicio de humildad. Nos enseña que no hay una sola forma de aprender, ni un único camino para enseñar.
Japón nos habla del respeto, Finlandia de la confianza y Ghana del poder de la comunidad. Y si somos capaces de escuchar esas voces, tal vez podamos soñar con una educación que recoja lo mejor de cada una.
Porque los niños, vivan donde vivan, merecen una escuela que les inspire, que les escuche, que les ayude a crecer. Una escuela más justa, más sabia... y, sobre todo, más humana.
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