El ruiseñor. Cuento para niños de Hans Christian Andersen sobre la libertad

Cuentos de hadas para niños con moraleja

El ruiseñor es un cuento infantil escrito por Hans Christian Andersen en 1843 y, según cuenta en su diario, lo hizo en un solo día tras visitar los jardines de Tivoli, un parque en Copenhague inspirado en un jardín chino. 

Este cuento para niños narra la historia de un pajarillo nada atractivo pero con una voz tan hermosa que era capaz de llenar los corazones de toda la corte del emperador de China e incluso cautivó al propio emperador. Un cuento infantil sobre la felicidad y la libertad.

Cuento sobre la libertad para niños: El ruiseñor 

Cuento para niños: El ruiseñor

Érase una vez hace muchos años en China, el palacio del emperador era la cosa más bella del mundo. Estaba hecho de la mejor porcelana por lo que además era tan frágil que solo podía tocarse con el mayor cuidado. Tenía las flores más extraordinarias que se conocían y era tan grande que incluso el jardinero mismo no sabía dónde terminaba. Si seguías caminando, llegabas a hermosos bosques con árboles altos y lagos profundos. Entre estos árboles vivía un ruiseñor, que cantaba tan maravillosamente, que incluso un pobre pescador, que tenía mucho trabajo, no podía evitar quedarse absorto escuchándolo. 

- ¡Cielos, qué hermoso es! pensaba noche tras noche mientras pescaba.

Los viajeros llegaron a la ciudad del emperador desde todos los países del mundo. Admiraban todo, especialmente el palacio y los jardines, pero cuando escuchaban el canto del ruiseñor todos decían:

- Es lo más hermoso que hemos escuchado jamás. 

Cuando volvían a sus países hablaban a todo el mundo sobre aquel bello ruiseñor y su mágico canto. Los poetas escribieron los poemas más bellos sobre la ciuad, el palacio, el jardín y el ruiseñor que vivía en el bosque junto al mar azul profundo. Estos libros llegaron a todo el mundo, y después de un tiempo algunos de ellos llegaron hasta el emperador, quien se sentó en su silla dorada leyendo y leyendo, y asintiendo con la cabeza, contento de escuchar esas hermosas descripciones de la ciudad, el palacio y el jardín. "Pero el ruiseñor es lo mejor de todo", leyó.

- ¿Que es esto?' dijo el emperador. '¿El ruiseñor? Por qué, no sé nada al respecto. ¿Qué es ese pájaro que vive en mi reino del que nunca he oñido hablar? Deseo que aparezca aquí esta noche para cantarme, dijo molesto el emperador a su mayordomo.

¿Pero dónde se podía encontrar? El mayordomo subió y bajó las escaleras y entró y salió de todas las habitaciones y pasillos. Ninguno de los que conoció había escuchado jamás nada sobre el ruiseñor; entonces el mayordomo corrió hacia el emperador y dijo que no debía ser una historia verdadera, sino algo inventado por los escritores.

- Pero el libro en el que lo leí me lo envió el poderoso emperador de Japón, por lo que debe ser cierto. Insisto en que se traiga aquí esta noche, de lo contrario, castigaré a todos los habitantes del reino tras la cena, sentenció el emperador. 

Uno de los caballeros que había escuchado la queja del emperadorsalió corriendo, subiendo y bajando todas las escaleras, entrando y saliendo de todas las habitaciones y pasillos; la mitad de la corte corrió con él, porque ninguno de ellos deseaba ser castigado. Hubo muchas preguntas sobre este ruiseñor, que era conocido por todo el mundo exterior, pero por nadie en la corte.

Por fin encontraron a una pobre doncella en la cocina que comentó:

- Oh cielos, el ruiseñor... Su canto es muy hermoso. Todas las noches se me permite la comida sobrante a mi pobre madre enferma que vive cerca de la orilla. En mi camino de regreso, descanso un rato en el bosque, y en ese momento, escucho al ruiseñor. Su canción hace brotar lágrimas en mis ojos, ¡siento como si mi madre me estuviera besando!, suspiró la doncella.

- Me aseguraré de que consigas un mejor trabajo en la corte, si nos llevas al ruiseñor, dijo el caballero. 

Y así, todos salieron al bosque donde el ruiseñor solía cantar y, tras un instante, el ruiseñor comenzó a cantar.

- ¡Ahí está!' dijo la doncella, y señaló un pajarito gris entre las ramas.

- Nunca pensé que sería así, qué vulgar se ve, encontrarse con tanta gente importante debe haber asustado todos sus colores.

- ¡Pequeño ruiseñor!, llamó la doncella, ¡nuestro emperador desea que le cantes!

- ¡Con el mayor placer! dijo el ruiseñor, cantando de la manera más encantadora, sueno mejor entre los árboles, en libertad, pero os acompañaré.

El palacio había sido engalanado para la ocasión. La porcelana brilaba más que nunca y las flores más bellas estaban dispuestas en los pasillos. En medio de la gran sala de recepción donde estaba sentado el emperador, se había fijado una vara de oro, sobre la cual se posaría el ruiseñor.

Toda la corte estaba reunida, y la pequeña doncella se le había permitido situarse detrás de la puerta, ya que ahora la habían hecho cocinera. Todos estaban vestidos con sus mejores ropas, los ojos de todos se volvieron hacia el pajarito gris.

El ruiseñor cantó deliciosamente, y las lágrimas llegaron a los ojos del emperador y rodaron por sus mejillas. El emperador estaba encantado y todo el pueblo hablaba del maravilloso pájaro.

Un buen día llegó un gran paquete para el emperador que tenía escrita la palabra 'ruiseñor'.

- Aquí tenemos otro libro nuevo sobre este famoso pájaro, dijo el emperador. Pero no era un libro, era un ruiseñor de juguete, exactamente como el real, pero estaba lleno de diamantes, rubíes y zafiros.

Cuando se activaba, el pájaro de juguete podía cantar una de las canciones que cantaba el verdadero, y meneaba la cola, que brillaba con plata y oro. Fue un éxito tan grande como el real. Cantaba la misma melodía treinta y tres veces, y sin embargo no se cansaba.

Y, cuando quisieron que el pájaro real se uniera a su canto, se percataron de que, mientras admiraban al de juguete, había salido volando por la ventana. Enfadados con él, le desterraron.

El pájaro mecánico entonces tuvo un lugar especial en la corte, en un cojín de seda, cerca de la cama del emperador. Todos los regalos que había recibido de oro y joyas preciosas estaban esparcidos a su alrededor y se le dio el título de 'Cantante imperial'.

Durante un año, el pájaro de juguete cantó la misma canción, que todos en China se sabían ya de memoria.Y, una noche cuando el pájaro cantaba su melodía, algo cedió dentro del mecanismo y la música se detuvo. Estaba tan desgastado que se había quedado sin música. 

Pasaron cinco años, y una gran pena se apoderó de la nación y del emperador que yacía enfermo, pálido e inmóvil en su enorme cama, tanto que en su corte pensaron que iba a morir. Con dificultad, el emperador abrió los ojos y vio que era la Muerte, que se había puesto su corona de oro en la cabeza y sostenía en una mano el dorado sable imperial, y en la otra, su magnífico estandarte.

Por los pliegues de los cortinajes asomaban cabezas, algunas horriblemente feas, otras de expresión dulce y apacible: eran las obras buenas y malas del Emperador, que lo miraban en aquellos momentos en que la muerte había venido a visitarle.

-¿Te acuerdas de tal cosa? - murmuraban una tras otra -. ¿Y de tal otra? - Y le recordaban tantas, que al emperador le manaba el sudor por la frente.

- ¡Yo no lo sabía! - se excusaba el Emperador por sus acciones -. ¡Música, música! ¡Que suene el gran tambor chino - gritó - no quiero oír todo eso que dicen!

Pero las cabezas seguían hablando y la Muerte asentía con la cabeza.

- ¡Música, música! - gritaba el Emperador -. ¡Pajarillo de oro, canta, canta! Te di oro y objetos preciosos. ¡Canta, canta ya!

Mas el pájaro seguía mudo, pues no había nadie para darle cuerda, y la Muerte seguía mirando al Emperador.

De pronto resonó, procedente de la ventana, un canto maravilloso. Era el pequeño ruiseñor vivo, posado sobre una rama. Enterado de la desesperada situación del Emperador, había acudido a traerle consuelo y esperanza; y cuanto más cantaba, más palidecían y se esfumaban aquellos fantasmas y la sangre afluía con más fuerza a los debilitados miembros del enfermo. Tan bello canto impresionó a la Muerte que incluso dijo:

-Sigue, lindo ruiseñor, sigue.

- Sí, pero, ¿me darás el magnífico sable de oro?, ¿Me darás la rica bandera?, ¿Me darás la corona imperial?, dijo el ruiseñor.

Y la Muerte le fue dando aquellos tesoros a cambio de otras canciones, y el ruiseñor siguió cantando, y la Muerte sintió entonces nostalgia de su jardín y salió por la ventana, flotando como una niebla blanca y fría.

- ¡Gracias, gracias! - dijo el Emperador -. ¡Bien te conozco, avecilla celestial! Te desterré de mi reino; sin embargo, con tus cantos has alejado de mi lecho los malos espíritus, has ahuyentado de mi corazón la Muerte. ¿Cómo podré recompensarte?

- Ya me has recompensado - dijo el ruiseñor -. Arranqué lágrimas a tus ojos la primera vez que canté para ti y no lo olvidaré nunca, pues son las joyas que contentan al corazón de un cantor. Pero ahora duerme y recupera las fuerzas, que yo seguiré cantando.

- ¡Nunca te separarás de mi lado! - le dijo el Emperador -. Cantarás cuando te apetezca; y en cuanto al pájaro mecánico, lo romperé en mil pedazos.

- No lo hagas - suplicó el ruiseñor- él cumplió su misión mientras pudo, guárdalo como hasta ahora. Yo no puedo anidar ni vivir en palacio, pero permíteme que venga cuando se me ocurra; entonces me posaré junto a la ventana y te cantaré para que estés contento y reflexiones. Tu pajarillo cantor debe volar a lo lejos, hasta la cabaña del pobre pescador, hasta el tejado del campesino, hacia todos los que residen apartados de ti y de tu Corte. Prefiero tu corazón a tu corona, pero debes prometerme una cosa: que no digas a nadie que tienes un pajarito que te cuenta todas las cosas. ¡Saldrás ganando!

Y dicho esto, echó a volar.

Qué mensaje transmite el cuento El ruiseñor

El ruiseñor es un pájaro que canta cuando está en libertad, pero si se le atrapa y enjaula, su canto no es igual de bello. Este cuento de Hans Christian Andersen, por lo tanto, es una oda a la libertad y a la vida. Habla de la necesidad de salir de la jaula y hacer las cosas que deseamos cuando deseamos y no por orden de otras personas. 

Habla sobre la verdadera felicidad, aquella que se consigue cuando vives la vida que has elegido y no la que otros han pensado para ti. 

 


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