La seguridad de los niños en el agua

Reglas a respetar por niños y padres en el agua

Para los más pequeños, es un placer chapotear en el agua, ya sea en el mar, en un río o en la piscina... Por su parte, los padres no deben bajar la guardia. A continuación, nueve reglas que hay que respetar.

La seguridad de los niños en el agua

Lago, río... Piedras, corrientes, hoyos, algas... el agua dulce puede no ser tan «dulce». Los manguitos son imprescindibles.

Cuidado con los golpes de calor

La piel del bebé es especialmente delicada. Hay que evitar los baños en las horas de más calor, aplicar crema solar después de cada baño y proteger al niño con gafas de sol y un gorro. Y no dudar en ponerle una camiseta.

¡Nunca solo?!

Es necesario explicar a los niños, incluso a los más pequeños, los riesgos del agua y algunas normas ineludibles: no bañarse nunca solo, avisar siempre a un adulto, no empujar a otros niños... Y, ante la más mínima desobediencia, hay que ser consecuente: el baño se da por terminado y el niño tiene que salir del agua.

No delegar en los demás

¿La playa tiene vigilancia? ¿Hay un socorrista siempre cerca del agua? La zona de baño (mar, piscina...) no es una guardería, y los padres son los primeros responsables de la seguridad de sus hijos. Hay que bañarse con ellos y no perderlos de vista. Si son vacaciones en grupo, los adultos deben repartirse la tarea para hacerse cargo de dos o tres niños cada uno. Así, se evita el riesgo de que todos los padres se digan a la vez: «Ahora que los demás están pendientes, voy a echarme un sueñecito...».

¿Manguitos o flotador?

Una regla básica: los niños que no saben nadar están más seguros con manguitos que con flotador.
Con un flotador alrededor de la cintura, si el niño queda cabeza abajo, no tendrá ni la fuerza ni la capacidad psicomotriz para ponerse derecho. Y, en cuanto a los chalecos, a menudo se suben y se les quedan alrededor de la cabeza. Otra ventaja de los manguitos: se percibe mejor el equilibrio en el agua.

No meterse en el agua sin antes mojarse

El cuerpo recalentado por el sol, al meterse de golpe en el agua fría, puede sufrir una hidrocución, es decir, una parada cardiorrespiratoria. Por eso es preciso mojarse la nuca, los brazos y las piernas y entrar despacio en el agua.

El mar

Hay que bañarse únicamente en las zonas delimitadas. Estas zonas no se eligen al azar: son las más alejadas de las rocas, de las corrientes peligrosas...También hay que respetar las banderas: con la naranja, y aún más con la roja, es mejor no ir a la playa. Olas, corrientes, mareas... el mar puede ser un medio peligroso.

En el borde de la piscina

El agua turquesa resulta muy atractiva. Los niños no son conscientes del peligro que encierra este espacio tan familiar y no son capaces de calcular a ojo si harán pie o no. El acceso a una piscina privada debe estar provisto de una barrera que lo cierre.
Y el adulto nunca debe alejarse del borde de la piscina, ni siquiera para coger el teléfono. Cuando el baño acaba, hay que retirar todos los juguetes y objetos flotantes para evitar que los niños sientan la tentación de cogerlos. Incluso en una piscina hinchable, hay que vigilar a los más pequeños.

Darle confianza

Cuanto más a gusto se sienta el niño en el agua, menos se dejará llevar por el pánico si surge un problema. Para ello, hay que jugar con él, salpicarlo suavemente, enseñarle poco a poco a meter la cabeza bajo el agua y explicarle que tiene que cerrar la boca debajo del agua. Cuando trague agua, hay que sonreírle y felicitarle.
Flotar relajadamente, al lado del adulto, está al alcance de los más equeños y es un primer paso hacia la natación.

Anne Bideault (con los consejos de Nicolas Violet, monitor y socorrista).
© Bayard Presse

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