Cuando el miedo sirve para educar a los niños. El valor del miedo en la infancia

Aprender a convivir con el miedo también educa


Publicado por Patricia Fernández, bloguera y periodista especializada en ocio y tiempo libre
Creado: 8 de octubre de 2025 13:46 | Modificado: 8 de octubre de 2025 13:57


Durante años, padres y educadores han intentado proteger a los niños de cualquier temor. Sin embargo, el miedo, bien entendido, no es un enemigo. Es una emoción necesaria que enseña prudencia,empatía y fortaleza. Más que eliminarlo, conviene entenderlo y convertirlo en un maestro silencioso de la infancia.

Cuando el miedo educa a los niños

El miedo no es una debilidad, es una brújula

Cuando un niño siente miedo, su cuerpo y su mente están aprendiendo a interpretar el mundo. El miedo no surge para castigarlo, sino para protegerlo. Es una señal de alarma natural que le advierte de peligros, le enseña a respetar límitesy a reconocer sus propias vulnerabilidades.

Sin embargo, en una sociedad que valora la valentía como virtud suprema, hemos aprendido a ocultar el miedo. Se dice "no pasa nada", "no tengas miedo", "los valientes no lloran". Pero negar esa emoción es negar parte de lo que nos hace humanos.

Como explica la psicóloga infantil Silvia Álava, "no se trata de evitar el miedo, sino de enseñar al niño a interpretarlo y gestionarlo. Si lo anulamos, pierde una oportunidad de aprender sobre sí mismo".

Los primeros miedos son una etapa necesaria del desarrollo

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Los miedos infantiles aparecen por etapas, casi como si el cerebro siguiera un calendario emocional:

  • Entre los 0 y 2 años, el miedo más común es el de la separación. El bebé teme perder la presencia de sus figuras de apego.
  • Entre los 3 y 6 años, llegan los miedos imaginarios: monstruos, oscuridad, fantasmas.
  • Entre los 6 y 9 años, el miedo se vuelve más realista: a los ladrones, a enfermar, a los accidentes.
  • A partir de los 9 o 10 años, surgen los temores sociales: el miedo al ridículo, al fracaso, a no ser aceptado.

Todos ellos son normales. De hecho, el miedo evolutivo es un signo de madurez emocional. El psicólogo Álvaro Bilbao, autor de El cerebro del niño explicado a los padres, explica que "un niño sin miedo es un niño que no percibe el riesgo, y eso puede ponerlo en peligro".

El objetivo, por tanto, no es criar niños sin miedo, sino enseñarles a reconocerlo y a gestionarlo.

La sobreprotección como trampa

Muchos padres confunden proteger con evitar. Tapamos las sombras, evitamos hablar de la muerte, suavizamos los cuentos y apagamos cualquier posible susto. Lo hacemos por amor, claro, pero sin darnos cuenta les robamos una parte importante del aprendizaje vital.

Cuando un niño nunca experimenta un poco de miedo, su tolerancia a lafrustracióny al cambio disminuye. En la adolescencia, puede convertirse en ansiedad o bloqueo frente a lo desconocido.

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La psicóloga Marian Rojas Estapé advierte que "los niños que crecen sin enfrentarse a pequeños miedos cotidianos pueden desarrollar una menor resiliencia emocional". En otras palabras: si todo es fácil, no aprenden a manejar la incertidumbre.

Educar no es evitar los tropiezos, sino enseñar a levantarse.

Miedo y valentía son dos caras de la misma moneda

La valentía no consiste en no tener miedo, sino en actuar a pesar de él. Este mensaje, aunque sencillo, es esencial transmitirlo a los niños.

Cuando un niño se atreve a dormir solo, a hablar en público, a subir a un columpio alto o a entrar en una habitación oscura, no deja de sentir miedo. Pero aprende que puede enfrentarlo. Y ese aprendizaje se traduce en seguridad interior.

Como afirma el psicólogo clínico Rafael Guerrero, "la autoestima y la valentía no nacen de eliminar el miedo, sino de atravesarlo con apoyo".

Los cuentos, los juegos simbólicos y las conversaciones tranquilas son herramientas que permiten al niño hacerlo sin sentirse juzgado.

Cómo acompañar el miedo sin anularlo

Acompañar el miedo de un niño no significa minimizarlo ni sobreactuar. Significa estar ahí, con calma, sin restarle importancia, pero tampoco magnificando la situación.

Algunas estrategias sencillas pueden ayudar:

1. Nombrar el miedo

Ayudar al niño a ponerle nombre es el primer paso. "Veo que tienes miedo a dormir solo", "parece que la oscuridad te asusta un poco". Nombrar la emoción la hace manejable y concreta.

2. Validar, no ridiculizar

Evitemos frases como "eso es de bebés" o "no seas tonto". Lo que para un adulto es insignificante, para un niño puede ser inmenso. Escuchar y empatizar refuerza su confianza.

3. Convertir el miedo en juego

El humor es un antídoto poderoso. Podemos dibujar al monstruo del miedo, ponerle un nombre gracioso o inventar un cuento donde el niño sea el héroe que lo vence.

4. Usar los cuentos como aliados

Los cuentos para las emociones son una herramienta maravillosa para explorar el miedo de forma simbólica. Historias como Donde viven los monstruos o El monstruo de colores permiten hablar del miedo desde la distancia segura de la ficción.

5. Celebrar los pequeños logros

Cuando un niño supera un miedo, por pequeño que sea, conviene reconocerlo: "Has dormido solo toda la noche, ¡qué valiente!". No es premio, es refuerzo emocional.

Cuando el miedo deja de ser útil

No todo miedo es educativo. Si la emoción interfiere en la vida diaria -por ejemplo, impide ir al colegio o dormir solo durante meses-, puede haberse convertido en ansiedad.

En esos casos, conviene buscar ayuda profesional. La psicoterapia infantil trabaja el miedo con técnicas suaves, como la desensibilización progresiva, la terapia cognitivo-conductual o incluso la narrativa emocional (donde el niño reescribe su miedo en forma de historia).

El objetivo nunca es eliminar la emoción, sino devolverle su función: proteger sin paralizar.

Miedo, imaginación y aprendizaje

El miedo tiene algo profundamente educativo: enseña límites, impulsa la empatía y despierta la creatividad. Muchos escritores infantiles lo han usado precisamente para eso: para enseñar a los niños que el miedo puede transformarse en coraje, humor o ternura.

Halloween, por ejemplo, es una oportunidad para reírse del miedo. Los disfraces, los juegos y los cuentos de fantasmas permiten que los niños controlen lo que les asusta, lo transformen y lo comprendan.

Y ese aprendizaje, aunque parezca un juego, deja huella.

Entender el miedo

Educar sin miedo no significa criar sin miedo. Significa no dejar que el miedo gobierne, sino que acompañe. Entenderlo, nombrarlo y atravesarlo juntos es una forma profunda de amor.

Los niños no necesitan que los padres sean héroes invencibles. Necesitan adultos que les digan: "Yo también tengo miedo a veces, pero lo afronto contigo".


Solo así, el miedo deja de ser enemigo y se convierte en maestro. Y quizás, también en un puente entre generaciones.

 

Bibliografía recomendada

  • Álava Reyes, S. (2020). El arte de educar jugando
  • Bilbao, Á. (2015). El cerebro del niño explicado a los padres.
  • Guerrero, R. (2021). Educar sin miedo a escuchar
  • Rojas Estapé, M. (2022). Encuentra tu persona vitamina
  • Piqueras, J. A., & Oblitas, L. (2017). Psicología del miedo en la infancia. Universidad de Valencia.

 

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