Cómo hablar de muerte, guerra y miedo con los niños sin romper su calma

Los niños sienten lo que no decimos


Publicado por Patricia Fernández, bloguera y periodista especializada en ocio y tiempo libre
Creado: 9 de octubre de 2025 10:59 | Modificado: 9 de octubre de 2025 11:12


Los niños escuchan lo que no decimos. Notan el temblor en la voz, la mirada que evita el tema, la tele bajada de volumen cuando pasan las noticias. Intentamos protegerlos, pero el silencio no protege: confunde. Hablar de la muerte, la guerra o el miedo no destruye la infancia. La fortalece.

Cómo hablar del miedo y la guerra a los niños

El miedo adulto al miedo infantil

A veces no hablamos de ciertos temas con los niños porque nos dan miedo a nosotros. Creemos que, si evitamos la palabra "muerte" o apagamos el telediario, el problema desaparece. Pero los niños no viven en otro planeta: escuchan, intuyen, perciben.

Una madre puede esconder sus lágrimas, pero el niño nota que algo no va bien. Y si nadie le explica lo que ocurre, su mente completa el vacío con imaginación. Y la imaginación, cuando se alimenta de silencio, suele ser peor que la realidad.

La psicóloga infantil Marian Rojas Estapé lo resume así: "Los niños necesitan palabras para poner orden a lo que sienten. Lo que no se nombra, se agranda."

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Por eso, hablar de temas difíciles con los niños, aunque nos tiemble la voz, es un acto de amor y de honestidad.

El silencio como enemigo

Evitar hablar de la muerte, la guerra o el miedo no los aleja de esas realidades y los deja solos frente a ellas.

Los niños pequeños no tienen aún herramientas para interpretar la información. Cuando escuchan "hay guerra" o "ha muerto el abuelo" sin contexto, el mensaje se traduce en miedo puro.

Y, lo más importante: si no lo explicamos nosotros, lo explicará alguien más. Un compañero de clase, un vídeo de internet o una noticia mal entendida.

Hablar con los niños de lo difícil no significa sobrecargarlos. Significa darles contexto, calma y verdad.

Cómo adaptar la conversación según su edad

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Cada etapa necesita un lenguaje y una dosis diferente de información. Lo que ayuda a un niño de cinco años puede angustiar a uno de tres o aburrir a uno de diez.

  • De 3 a 6 años: el mundo mágico necesita seguridad

A estas edades, los niños entienden la vida de forma literal y simbólica. No comprenden la irreversibilidad de la muerte ni las causas de la guerra.

No hace falta explicar todo: basta con hacerlo con ternura y sin mentiras.

"El abuelo estaba muy enfermo, y su cuerpo se ha apagado. Ya no puede estar con nosotros, pero siempre lo recordaremos."

"Hay lugares donde las personas se pelean, y eso es muy triste. Nosotros deseamos que vuelvan a estar en paz."

Evita frases como "se fue a dormir" o "se fue de viaje": pueden generar miedo a dormir o separarse.
En esta etapa, más que palabras, necesitan presencia física: abrazos, rutinas y calma.

  • De 7 a 10 años: más comprensión, más preguntas

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Ahora los niños ya entienden conceptos de justicia, peligro o pérdida. Preguntan más, y necesitan respuestas reales.

"La guerraocurre cuando las personas no consiguen ponerse de acuerdo y se hacen daño. Pero hay muchos adultos trabajando para que eso termine."

"La muerte significa que el cuerpo deja de funcionar, pero podemos seguir queriendo a esa persona con el corazón."

Aquí, el objetivo no es dar una clase, sino escuchar y responder sin prisas.
Si no sabes algo, dilo: "No lo sé, pero puedo averiguarlo contigo." Esa honestidad da seguridad.

También puedes apoyarte en cuentos para las emociones que traten el miedo o la pérdida con delicadeza como: El árbol de los recuerdos, Vacío, Rosa Caramelo, El monstruo de colores.

  • De 11 años en adelante: pensamiento crítico y empatía

Los preadolescentes y adolescentes ya son conscientes de la complejidad del mundo. Necesitan información real, no infantilizada, pero acompañada de contención emocional.

Hablar de la guerra o la muerte con ellos puede ser una oportunidad para fomentar empatía, pensamiento crítico y valores:

"¿Tú qué opinas de lo que está pasando?"
"¿Qué crees que podríamos hacer para ayudar?"

Podemos ver juntos una noticia, un documental o leer un testimonio y después conversar sobre cómo nos hace sentir. Lo importante no es protegerlos del mundo, sino enseñarles a mirarlo con sensibilidad y criterio.

Muerte, guerra y miedo: tres temas que piden ternura, no tabú

La muerte asusta, pero negarla la vuelve más temible. Los niños necesitan saber que forma parte de la vida.

"Cuando alguien muere, su cuerpo deja de funcionar, pero lo recordamos porque lo hemos querido."

Permitir rituales sencillos, como dibujar al abuelo, encender una vela, mirar fotos juntos, ayuda a dar forma al duelo.
No hay que esconder el llanto. Llorar delante de ellos enseña que la tristeza también se puede compartir.

  • Hablar de la guerra

Las imágenes violentas pueden asustarles, así que evita exponerlos directamente a noticiarios. Pero si ya lo han visto o escuchado, aclara:

"Eso ocurre en otro lugar, no aquí. Hay gente que sufre y también muchas personas que los ayudan."

La guerra también puede convertirse en lección de paz: enseñar que discutir no es lo mismo que hacer daño.
Proponerles una acción solidaria -dibujar, donar juguetes, escribir cartas simbólicas- transforma el miedo en empatía.

  • Hablar del miedo

El miedo no se quita negándolo. Se calma acompañándolo.
Cuando un niño pregunta "¿vamos a morir?" o "¿nos puede pasar algo malo?", no busca respuestas científicas. Busca seguridad emocional.

"Ahora estamos bien, y si alguna vez algo nos preocupa, lo hablaremos juntos."

Los cuentos, las fábulas y los juegos simbólicos son aliados perfectos. Donde viven los monstruos o A qué sabe la luna permiten hablar del miedo sin mencionarlo directamente.

Las palabras que abren y las que cierran

A veces no nos damos cuenta de cuánto pesan las palabras hasta que vemos su efecto en los ojos de un niño. Hay frases que calmany que hacen sentir a salvo. Y, hay otras -pronunciadas sin mala intención- que cierran la puerta del diálogo y dejan a los niños solos con sus preguntas.

Decir "no pienses en eso" parece un intento de consolar, pero en realidad les enseña a silenciar lo que sienten. Cuando un niño pregunta por la muerte o por la guerra, no busca una respuesta perfecta: busca permiso para hablar. Por eso, una frase tan sencilla como "puedes preguntarme lo que quieras" abre un espacio de confianza.

También reconforta decir "yo también me he sentido así alguna vez". Esa frase convierte al adulto en alguien humano, no en una figura que todo lo sabe. Reconocer que nosotros también hemos sentido miedo o tristeza es ofrecer un espejo sincero, una forma de decir: "no estás solo, y lo que sientes tiene sentido".

En cambio, expresiones como "eres muy pequeño para entenderlo" o "no hables de esas cosas" suenan a muro. El niño no escucha una explicación; escucha un cierre. Aprende que hay temas prohibidos, emociones de las que no se habla. Y esas son precisamente las que más necesita comprender.

Otra frase que hiere sin querer es el clásico "no llores, sé fuerte". Lo decimos para animar, pero el mensaje que llega es otro: que llorar es signo de debilidad, que mostrar emociones es algo que hay que esconder. La fortaleza real, sin embargo, no está en no sentir, sino en poder hacerlo sin miedo. Mucho más útil es decir "está bien sentir miedo o tristeza, a todos nos pasa". Esa simple afirmación tiene un poder enorme: normaliza la emoción y enseña que expresarla no la agranda, la libera.

Por qué hablar de lo difícil también educa

Hablar de estos temas no les roba la inocencia: les enseña a vivir con verdad. Les muestra que la vida tiene luces y sombras, y que ambas se pueden mirar sin miedo.

Los niños que crecen en entornos donde se habla con claridad desarrollan más empatía, resiliencia y sentido de la realidad. Los que crecen en silencio suelen confundir el miedo con culpa o vergüenza.

La psicóloga Rosa Jové afirma: "Los niños no necesitan que todo sea bonito, necesitan que todo sea comprensible."

Hablar es también cuidar

A veces creemos que el amor se demuestra evitando el dolor. Pero el verdadero amor educa para enfrentarlo. Hablar de la muerte, de la guerra o del miedo hace la infancia más fuerte, más humana y más consciente. Porque cuando hablamos con los niños desde la verdad y la ternura, no les quitamos el miedo: les enseñamos a vivir con él sin dejar que los domine.

 

Bibliografía recomendada

  • Álava Reyes, S. (2020). El arte de educar jugando.
  • Jové, R. (2019). Ni rabietas ni conflictos.
  • Guerrero, R. (2021). Educar sin miedo a escuchar.
  • UNICEF (2023). Guía para hablar de conflictos y emergencias con los niños.
  • Rojas Estapé, M. (2022). Encuentra tu persona vitamina.

 

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