Nuevos descubrimientos del niño en verano

El verano es una buena estación para nuevos descubrimientos

Este verano, en nuestro lugar de vacaciones, nuestro pequeño explorador no parará de investigar. Claire Colin, psicomotricista y psicoterapeuta, ofrece algunas ideas para acompañarlo en sus descubrimientos.

Nuevos descubrimientos del niño en verano

La curiosidad del niño es insaciable. En verano, con el cambio de entorno y el cuerpo liberado de ropa en buena medida, su curiosidad es más voraz si cabe. Se multiplican las ocasiones para compartir su asombro, sumarnos a sus expediciones espontáneas, responder a sus preguntas, tranquilizarle si algo le asusta e, incluso, hacerle partícipe de nuestros propios descubrimientos y emociones.

Descubrimientos en el mar

Aunque sea pequeño todavía para experimentar el placer de zambullirse entre las olas, el niño cuenta con una materia mágica: la arena, que cambia de textura según esté seca o mojada. Con toda probabilidad, el chiquitín de entre uno y tres años se sentirá más atraído por la arena seca, que, misteriosamente, se le escapa entre los dedos cuando intenta cogerla. A esta edad, le fascina el juego del escondite en todas sus posibles variantes: se entierran bajo la arena sus piececitos o la pala y, a continuación, se reencuentran cavando. Con este sencillo juego, vive la experiencia de que «perder de vista» no significa «perder para siempre».

Si prefiere la arena mojada de la orilla, se entretendrá dejando la huella de sus manos y sus pies y observando la contigua de mamá o papá. ¡Algún día, también él o ella será grande! Además, su cubo de plástico se llenará de conchas, palos, piedrecitas... Y, seguramente, os regalará algunas y os pedirá que se las vigiléis. Al mostrar asombro ante sus hallazgos, dais valor a sus exploraciones y alentáis sus incursiones en territorios desconocidos... ¡Una excelente manera de reforzar su seguridad en sí mismo!

Descubrimientos en el campo

En este escenario, los animalesson los reyes. Para que las condiciones de acercamiento a vacas, gallinas y otros animales domésticos sean óptimas, hay granjas que ofrecen la posibilidad de visitarlas y de participar en actividades programadas: el niño puede recoger los huevos, alimentar a los animales, ver cómo comen y probar los productos de la granja.

Una realidad cautiva a todos los pequeños, sin excepción: la variedad de excrementos de los animales. A esta edad, todavía no han desarrollado el asco que sentirán más adelante por las deyecciones del cuerpo. Están en la fase en la que, cuando hacen caca en el orinal o en el váter, sus padres los felicitan. Y, por otra parte, sienten una curiosidad natural por comprender cómo se desenvuelven los animales en esta tarea.

Descubrimientos en la montaña

Estos espacios inmensos pueden impresionar al pequeño, que no sabrá adónde mirar.

El agua que corre en riachuelos, torrentes, cascadas y fuentes constituye también un placer. Placer sensitivo: «¡Ay, qué fría está?!». Placer visual, producido por los reflejos, el brillo de la luz y la transparencia. Placer auditivo: «¡Chisss, vamos a escuchar la música del agua que corre...!». Placeres todos muy relajantes.

Al niño le interesará también ver cómo la corriente arrastra una ramita que tiramos al río, cómo una piedra lanzada al agua forma círculos en la superficie... Le resulta apasionante constatar que su intervención tiene un efecto sobre el entorno. Y, como a menudo está prohibido arrancar las flores y plantas de la montaña, ¿por qué no sacarles fotos y guardarlas en el teléfono o la cámara como en un cofrecito de tesoros?

© Bayard Presse-Isabelle Gravillon

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