Responder al por qué de los niños

Dar respuesta a todas las preguntas de los niños

Los niños, a partir de los tres años, muestran una curiosidad insaciable y nos bombardean preguntando continuamente el “por qué”. Creen que sus padres tienen todas las respuestas y a veces resulta agotador para el adulto, pero es un aspecto muy positivo para su desarrollo.

El niño, cuando comienza a hablar, interroga insistentemente al adulto con “¿qué es esto?” Para él es como un juego que le permite conocer todo lo que le rodea, ampliar su vocabulario y perfeccionar su lenguaje. A partir del tercer año su curiosidad le lleva más allá, necesita conocer la causa y el efecto de las cosas, entender el mundo que le rodea para tener la sensación de controlar la situación. Y por más que nos esforcemos en responder a todos sus “por qué”, él continuará preguntando. Su imaginación y curiosidad son ilimitadas y abarcan todo tipo de temas. Le guía su deseo de saber.

Las preguntas de los niños

Cómo dar repuesta al por qué de los niños

La desbordada imaginación del niño hace que, en ocasiones, para darle sentido a las cosas, invente sus propias explicaciones, dándole por ejemplo vida a objetos o fenómenos (“llueve porque las nubes están tristes y lloran”). Y pregunta para ver si sus padres contestan lo mismo que él se imaginaba acerca de esa cuestión. Pero, otras veces, pregunta para ponerlos a prueba. Se asegura, de esta forma, que le prestan atención, ve si se contradicen o comprueba si son capaces de contestarle a preguntas indiscretas.

El niño ha de sentir que el adulto se interesa de verdad por sus inquietudes. Hay que procurarle una respuesta a cada una de sus preguntas, por disparatada que parezca. De no ser así, podría pensar que su deseo de saber es algo negativo y podría ir perdiendo, poco a poco, su interés por el conocimiento. Las respuestas deben ser acordes con el nivel madurativo del niño pero, en general, deben ser cortas, claras y precisas, no necesitan argumentos complicados.

Y si la pregunta es incómoda, le responderemos con calma y sin recriminaciones, evasivas ni engaños. Él no tiene a priori ningún juicio de valor con respecto al mundo que le rodea. Aunque en algunos casos, si su pregunta la plantea cuando hay desconocidos delante, se puede posponer la respuesta hasta llegar a casa, indicándole que hay ciertos temas que es mejor hablar en la intimidad.

Virginia González. Psicóloga y maestra de Educación Infantil

Virginia González


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