Unos días en la playa

La primera vez que un niño ve el mar es un momento muy especial

El pasado puente de mayo fuimos a la Costa del Sol a pasar unos días de descanso con Jorge. Tenemos la suerte de que mi tía vive allí y nos invitó a su casa, así que nos evitamos tener que viajar con la casa a cuestas para cuatro días de nada: cuna de viaje, sillita para el coche, toallas, juguetes para la playa… Aun así, nadie nos libró de llevar un equipaje digno de una estrella del cine.

Los adultos olvidamos la sensación de ver por primera vez el mar hasta que llevamos a nuestros hijos a la playa. Debe de ser impactante ser una personita tan pequeña y estar frente a un mar inmenso lleno de agua, olas, arena en cantidad, conchas… Jorge estaba tan emocionado que no dejaba de repetir «el mar, el mar». Le acerqué a la orilla para meter los pies en el agua, pero eso de la ola que va y viene no le hizo mucha gracia, así que salió corriendo con su cubito a cuestas para sentarse allí donde no le alcanzara el agua.

Su principal actividad durante estos días ha sido lavar las piedras que íbamos encontrando en un cubito con agua de mar, llenarse de tierra hasta las orejas y andar descalzo sobre la arena. Para él toda una nueva aventura que contar luego a los abuelos con su “media lengua”.

Para mí, la playa hasta que nació Jorge había sido un lugar de tranquilidad para leer el periódico, escuchar música, charlar con amigos o disfrutar de una buena siesta a la sombra. Ahora, ha cambiado radicalmente. Echas de menos todo eso, claro está, pero tienes otras cosas. ¿La mejor? La expresión de tu hijo al descubrir tantas cosas nuevas y ver cómo disfruta. ¿Lo peor? Creo que no había vuelto a rebozarme en arena de esa manera desde la infancia.

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