Tumores óseos
Los tumores óseos, más frecuentes en niños y adolescentes, suponen un 5% de los procesos oncológicos que se presentan en la edad pediátrica.
¿Qué es?
Los tumores óseos, más frecuentes en niños y adolescentes, suponen un 5% de los procesos oncológicos que se presentan en la edad pediátrica. Los más comunes son el sarcoma osteogénico u osteosarcoma y el sarcoma de Swing. El dolor constante, incluso por la noche, en una extremidad es un síntoma característico de esta patología. Su localización más frecuente suele ser la rodilla de un niño en crecimiento, aunque también puede aparecer en los huesos del tronco, la pelvis, etc. En ocasiones, el dolor se acompaña de un bulto de crecimiento rápido. Hasta finales de la década de 1970, la amputación era el único tratamiento quirúrgico considerado, intervención que ofrecía unas tasas de supervivencia bajas. Sin embargo, el pronóstico cambió de forma radical con la aplicación de la quimioterapia. Así, en los centros hospitalarios con experiencia en este tipo de tumores, las posibilidades de supervivencia son hoy en día muy elevadas. Mientras hace 25 años se procedía a la amputación en todos los casos y el número de fallecimientos era elevado, actualmente casi todos los pacientes conservan la extremidad con la máxima funcionalidad posible y tienen una tasa de supervivencia muy alta. Por ejemplo, en el caso del tipo de tumor más frecuente, el osteosarcoma, un 74% de los pacientes sobrevive a los 10 años y más del 90% conserva la extremidad afectada.
¿Como es la intervención?
El tratamiento para curar un tumor óseo maligno requiere que se extirpe toda la lesión, incluido el trayecto de la biopsia previa. Por este motivo, es aconsejable que la biopsia la practique el cirujano que llevará a cabo la operación definitiva. En cuanto a la reconstrucción de la extremidad, existen varias opciones en cada caso, que dependen de la edad, demanda del paciente, experiencia del cirujano, etc. Las dificultades que encuentran las distintas posibilidades quirúrgicas están relacionadas con la disminución de las defensas del paciente o la menor capacidad de cicatrización, debidas al tratamiento, así como la diferente longitud resultante en las extremidades tras la intervención. Estos obstáculos pueden ser solventados y, aunque es fundamental reducir al mínimo las secuelas, no hay que olvidar que el objetivo prioritario es la curación de los pacientes.
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