Despertar el placer de comer en el niño

Sugerencias para conseguir que el niño coma

Para el adecuado crecimiento de su hijo, los padres deben seguir todos los consejos de los expertos sobre la cantidad y variedad en su alimentación. Pero en este empeño, no deben olvidar transmitirle también el placer de comer. ¿Cómo lograrlo? La psicóloga Isabelle Filliozat ofrece algunas sugerencias.

Despertar el placer de comer en el niño

¡Mejor comer juntos!

El ser humano es un «animal social» que necesita al grupo, especialmente para alimentarse. Son pocos los adultos que disfrutan estando solos ante su plato. ¡Al niño le ocurre lo mismo! Por eso es preferible no hacerle comer aparte antes de los mayores, sino sentarlo a la mesa, tan a menudo como sea posible, con los demás miembros de la familia. Al ver a sus padres y, si es el caso, a sus hermanos disfrutar del placer de saborear la comida, querrá imitarlos. Y, si prueba por primera vez un plato en un ambiente relajado, entre charlas y risas, aumentan considerablemente las probabilidades de que le guste la novedad.

Verduras: un poco es mucho...

Hacer que un niño coma cinco frutas y verduras al día es todo un reto. Se trata de una meta que hay que alcanzar, y cada pasito dado en esa dirección cuenta. Hay pequeños «trucos» para ir aficionando a los más reacios: por ejemplo, acompañar cada bocado de coliflor o de judías verdes con una porción de féculas (arroz, pasta, patatas...), que suelen gustar a la mayor parte de los niños. También podemos inventarnos un cuento con un escenario de verduras: el plato de brócoli es un bosque, las tiras de zanahoria son los brazos y las piernas de un personaje... Y, si un día el niño no toma fruta ni verdura, tampoco pasa nada: el equilibrio alimentario se calcula sobre la semana y, por tanto, es posible compensarlo en otros días.

¿No tiene hambre? ¡Ya comerá más tarde!

Cuando el niño remolonea delante del plato, es inútil pelearse con él para que termine hasta la última migaja. Mejor pedirle que tome una cucharada más y dejarlo ahí: poco a poco, con el tiempo, si se le ofrece regularmente un alimento, acabará comiéndolo con gusto. En cambio, si los padres se obstinan y le fuerzan, es inevitable que también se obstine él. Y, cuando se ha planteado un conflicto una vez en torno a la comida, lo habitual es que se perpetúe. ¡Por eso conviene evitarlo! Hay que pensar que, cuando un niño se niega a comer, no lo hace necesariamente para imponer su voluntad y fastidiar: quizás no tenga apetito. A veces, con el pretexto de que tiene que crecer, le servimos raciones demasiado abundantes, sin considerar que un plato repleto puede desanimarle.

Cuidar la merienda

Lo ideal para la merienda de un niño es la fruta, el pan, la mermelada, el chocolate... ¡Aunque también se le puede dar el capricho de unas galletas! Pero hay que elegirlas bien, leyendo atentamente la información nutricional que aparece en la caja o el envoltorio. Ciertos colorantes y aditivos alimentarios, por ejemplo, provocan nerviosismo en los niños. No se trata de acatar sin más nuevos dictados, sino más bien de resistirse sensatamente a la presión de nuestra sociedad de consumo, que a menudo ofrece productos demasiado transformados y, por tanto, no muy saludables.

Isabelle Gravillon. © Bayard Presse-Popi

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