El sentido del deber en los niños

José Antonio Marina ha dedicado casi treinta años al estudio de la Fenomenología, la Psicología Genética, la Neurología, la Lingüística..., Sus palabras aportan luz sobre una cuestión que provoca mucha confusión actualmente: los valores.

P. ¿Qué son los valores• R. Una cualidad de las cosas, las personas, las situaciones o los comportamientos que los hacen deseables o indeseables, agradables o dolorosos, atractivos o repulsivos, interesantes o aburridos. Los sentimientos nos ponen en relación con ellos. P. Entonces ¿hay muchas clases de valores• R. Desde luego. Hay valores alimentarios, económicos, deportivos, estéticos• Los valores éticos son tan solo un tipo de valor, aunque de excepcional importancia. Son aquellos que debemos realizar o evitar con nuestro comportamiento y, en algunos casos, proteger con las leyes. P. ¿Se transmiten, se enseñan los valores• R. Claro. Desde la cuna educamos afectivamente al niño para que se sienta atraído por unos valores y repelido por otros. Queremos que el niño sea valiente, seguro de sí mismo, respetuoso con los demás. Que no sea envidioso ni violento ni perezoso• Todas esas cosas son valores. P. Además de los valores, ¿qué otros conceptos son esenciales• R. La educación afectiva es solo un primer paso. En segundo lugar, hay que introducir desde muy pequeño en el niño el concepto de ?deber?. P. ¿No pueden ser perjudiciales para el niño esas imposiciones• R. No. Los grandes educadores saben que el niño necesita una cierta disciplina para no sentirse perdido. Lo que ocurre es que los padres tienen que saber distinguir las cosas importantes de las accesorias.

P. ¿Qué valores son imprescindibles para vivir• R. Todos aquellos cuya realización satisface alguna de las profundas necesidades humanas. Necesitamos ser queridos, estar rodeados de un ambiente de confianza y respeto, vivir en paz y sentirnos útiles apoyados por una red de afecto y de colaboración.

P. ¿Qué diferencia hay entre valores y buenos sentimientos• R. Los buenos sentimientos permiten sintonizar mejor con los valores. Por ejemplo, es más fácil ayudar a una persona a la que compadezco, o respetar a quien admiro. El odio, la envidia, el desinterés hacen mucho más difícil el buen comportamiento. P. ¿Sabemos los padres qué queremos transmitir a los hijos? R. Casi siempre sabemos con mayor claridad lo que no queremos que lo que queremos. No queremos que sean desdichados, que pasen dificultades económicas, que fracasen, que pasen miedo, que tengan problemas familiares. Tampoco queremos que sean sinvergüenzas o malas personas. La dificultad está en saber cómo podemos colaborar a que tan vagos deseos se realicen. Lo más fácil es fijarse en aspectos exteriores, como tener un buen trabajo o ganar dinero. Esto es necesario, pero insuficiente. Tenemos que procurar que vayan adquiriendo un modo de pensar, de sentir y de comportarse que les permita disfrutar de las cosas buenas, mantener relaciones agradables y estimulantes con los demás, colaborar con otros, evitar los miedos excesivos, controlar la agresividad, ser eficaz en el trabajo. P. ¿Qué papel desempeña la autoridad de los padres• R. Hay muchos padres que tienen miedo de imponerse a sus hijos. Es un miedo injustificado, porque los hijos necesitan puntos fijos de referencia, y la autoridad es necesaria para su estabilidad psicológica, con tal de que vaya acompañada de cariño. Generalizando mucho, podríamos establecer las siguientes ecuaciones: Padres cálidos + restrictivos = niños positivos. Padres cálidos + permisivos = niños positivos, pero desobedientes. Padres hostiles + restrictivos = niños asociales, tímidos y autoagresivos. Padres hostiles + permisivos = niños desobedientes, agresivos, delincuentes. Vuelvo a decir que es una descripción orientativa, porque los seres humanos somos demasiado complicados para poder predecir con exactitud cualquier resultado.

P. ¿Qué les diría a los padres con niños de unos diez años• R. En este momento hay que tranquilizar a muchos padres, demasiado preocupados por saber si lo están haciendo bien. Tienen que recuperar el sentido común. Los niños necesitan ternura y firmeza, tiempo y palabras, confiar y saber que sus padres están de su parte. Dejarles que ellos peleen sus propias batallas, pero hacerles sentir un gran apoyo afectivo. No meter a los niños en peleas matrimoniales. Y limitar su horario de televisión y de ordenador. Los niños necesitan jugar con otros niños. P. ¿Y a los padres de hijos adolescentes• R. La adolescencia provoca con frecuencia situaciones conflictivas entre padres e hijos, por lo que conviene dar algunos consejos a los padres: 1. Acepte que la adolescencia es el momento en que el niño se separa de sus padres, pero recuerde también que no desea ser abandonado, es decir, que lo que quiere en el fondo es una ?libertad protegida?. 2. Comprenda los problemas de su hijo adolescente, aunque a usted le parezcan ridículos. 3. Ayude a que su hijo esté integrado en una red de protección, por ejemplo conociendo a sus amigos, o a los padres de sus amigos, fomentando los lazos con la escuela, con grupos vecinales o con organizaciones deportivas o de ayuda. 4. Aliene las decisiones independientes, manteniendo con firmeza los límites de lo permitido. Hay muchas equivocaciones que no producen daño y que pueden servir para que aprendan. Por desgracia las equivocaciones de uno no sirven para otro.

P. ¿Y qué visión tienen de los valores morales• R. Es difícil simplificar, porque hay un gran sector de la juventud muy insolidario y egocéntrico, mientras que otra parte colabora con Organizaciones No Gubernamentales. Lo que parece ser común a todos es la falta de interés por la política, de la que suelen desconfiar.

José Antonio Marina

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