Cuento infantil: El castaño que calentaba las manos

El castaño que calentaba las manos: cuento de Magosto


Publicado por Alba Caraballo, editora de Conmishijos.com
Creado: 15 de octubre de 2025 14:23 | Modificado: 15 de octubre de 2025 14:32


El Magosto es una de esas fiestas que huelen a madera, pan y risas compartidas. Para acompañarla, te proponemos "El castaño que calentaba las manos", un cuento breve (5?6 minutos) ideal para niños de 3 a 7 años.

Está pensado para leer en voz alta, en casa, en el aula o en el patio, y trabajar valores de paciencia, cuidado de la naturaleza (recoger solo las castañas caídas) y compartir en comunidad. Al final, puedes añadir un gesto simbólico: el bigote de Magosto con corcho apagado y un deseo de otoño en una hoja. Incluye versión para marionetas y propuestas de actividades para que la experiencia sea completa sin necesidad de grandes materiales.

El castaño que calentaba las manos: cuento de Magosto 

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En un valle donde el otoño pintaba de dorado, vivía Don Castaño, un árbol alto y paciente. Cada verano escuchaba a los niños jugar y, cuando llegaban los primeros vientos, empezaba a cosquillear sus erizos para preparar un regalo.

- "Chss... paciencia", susurraba Don Castaño. "Todo a su tiempo."

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Luna, Mateo y Noa visitaban el valle con su abuela Maruxa. Un día vieron los erizos verdes colgando como farolillos.

- "¿Ya hay castañas, abuela?"
- "Casi, casi. El castaño sabe cuándo compartir."

Pasaron los días y el viento aprendió a soplar en voz baja. Los erizos se volvieron pardo?dorados y, ¡crac!, empezaron a abrirse en estrella. De cada estrella asomaba una castaña brillante.

- "Ahora sí," dijo Don Castaño, "porque el otoño ya tiene olor a humo y pan."

Maruxa extendió un mantel. Los niños recogieron solo las que estaban caídas en el suelo, suaves y listas. La abuela les enseñó a marcar una X con cuidado y, en una sartén agujereada, las puso al fuego.

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Las castañas cantaron tic?tic?tic y dieron pequeños saltos como si bailaran. El humo olía a cuentos. Cuando estuvieron listas, Maruxa las envolvió en un paño.

- "Las castañas también necesitan abrigo, como nosotros," guiñó un ojo.

Los niños calentaron sus manos en el paquetito. Don Castaño crujió sus ramas, contento.

- "Gracias por esperar," dijo.
- "Gracias por compartir," respondieron todos.

Al final, Maruxa trazó un tizne con un corcho apagado en cada mejilla: un bigote de Magosto.

- "¿Y tú, Don Castaño, qué deseas?" preguntó Luna.
- "Que cada otoño os encontréis para jugar, cuidar y compartir. Lo demás lo hace el tiempo."

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Aquella tarde, el valle aprendió una canción:

"Castañitas calentitas,
manos juntas, risas listas;
si comparto y tengo calma,
el otoño llena el alma."

Y desde entonces, cada Magosto, el valle se llena de estrellas de erizo, manos calentitas y cuentos que huelen a humo y a pan.

Moraleja: paciencia (cada cosa a su tiempo), cuidado de la naturaleza (recoger solo las caídas), y compartir en comunidad.

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