¿Y si los cuentos fueran la mejor terapia para las emociones de los niños?

Cuando leer con los niños salva más que mil sermones


Publicado por Patricia Fernández, bloguera y periodista especializada en ocio y tiempo libre
Creado: 7 de octubre de 2025 12:48 | Modificado: 7 de octubre de 2025 12:56


Vivimos deprisa. Respondemos con frases automáticas, con prisas, con poco margen para sentir. Y, entre tanto ruido, olvidamos algo esencial: algunas pequeñas historias, esos cuentos infantiles que parecen tan inofensivos, no solo sirven para entretener, a veces también son capaces de ayudar a los niños a entender lo que les pasa por dentro. Son cuentos que enseñan a los niños a entender sus emociones.

Leer con los niños no es un acto inocente. Es una forma de mirarlos, de escucharlos sin interrogar, de tender un puente invisible hacia su mundo interior. En tiempos donde todo se acelera, los cuentos vuelven a recordarnos algo simple y poderoso: que las emociones necesitan espacio, voz y tiempo.

Cuentos para enseñar emociones a los niños

Por qué los cuentos importan más que nunca para las emociones

No hay manual de instrucciones para ser padre o madre. Pero hay cuentos. Y cuando se usan bien, funcionan como brújulas de emociones: orientan a los niños cuando se pierden entre el miedo, la rabia o la tristeza.

Un niño que escucha una historia sobre un zorro solitario, una niña valiente o un monstruo enfadado, no solo oye palabras, sino que también se ve reflejado. Encuentra palabras que no tenía, se siente comprendido sin ser juzgado.

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Y, quizá lo más importante, aprende que lo que siente no está "mal". Que tener miedo, enfadarse o llorar no es un defecto, sino parte de ser humano. Esa comprensión temprana es oro.

Leer con los niños cuentos es terapéutico

A veces creemos que educar es dar consejos. Pero la educación emocional empieza por escuchar. Y leer cuentos para las emociones con los niños es precisamente eso: escuchar sin interrumpir, sin dar soluciones, solo acompañar.

Los niños viven emociones muy intensas, pero breves. No saben ponerles nombre ni encontrar su causa. Por eso, los cuentos se convierten en su idioma alternativo.

Cuando leemos cuentos con los niños, ellos proyectan sus vivencias en los personajes. Si un protagonista tiene miedo a la oscuridad, el niño puede hablar de "ese miedo del cuento" sin sentir que confiesa una debilidad. Ahí radica el poder: en permitirle hablar de sí mismo sin decir "yo".

Consejos para usar los cuentos para las emociones en casa

Aquí no se trata de convertirnos en psicólogos, sino en adultos conscientes. Aquí tienes algunas ideas sencillas que funcionan, probadas por muchos padres y educadores:

1. Elige el cuento por la emoción, no por la edad

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No todos los niños del mismo curso sienten igual. Busca cuentos que conecten con lo que viven ahora: celos por un hermano nuevo, miedo a dormir solo, frustración, tristeza, timidez... Pero también puedes inventar tus propios relatos: a veces, una historia casera sobre "una pequeña tortuga que se enfada mucho" vale más que cualquier libro de moda.

2. No corrijas, acompaña

Cuando leas con los niños, evita decir "eso no se hace" o "no deberías sentirte así". No estamos enseñando normas, sino empatía.

Prueba a decir:

  • "Yo también me he sentido así a veces."
  • "Parece que el personaje tenía miedo, ¿no?"
  • "¿Tú qué harías en su lugar?"

No hace falta resolver nada. Basta con estar presentes.

3. Relee los mismos cuentos

Los niños aman la repetición porque en ella encuentran seguridad. Cada relectura permite descubrir un nuevo matiz, una emoción distinta, una frase que antes pasó desapercibida.

Un cuento leído veinte veces no cansa: madura.

4. Usa los cuentos en los momentos difíciles

Cuando el niño tiene una rabieta, no es el momento de sermones. Pero más tarde, cuando la calma llega, se puede volver al cuento.
"¿Recuerdas aquel día que el dragón también se enfadó mucho? ¿Qué hizo para calmarse?"

Así el cuento se convierte en una herramienta de reflexión, no en un castigo ni en un moralismo.

5. Deja espacio para el silencio

A veces, después de leer un cuento con los niños, no hace falta decir nada. Ellos procesan en silencio. Si sienten que no hay prisa ni examen, acabarán hablando por sí mismos.

Los adultos también necesitamos cuentos

Hay algo curioso: cuando leemos cuentos con los niños, las historias también nos enseñan a nosotros. Nos devuelven la empatía, la ternura, la paciencia que olvidamos.

Muchos adultos no aprendimos a hablar de emociones porque nadie nos enseñó. Venimos de generaciones que confundían llorar con debilidad o enfado con falta de educación. Por eso, compartir estos cuentos puede ser sanador también para nosotros.

Cuando un padre se sienta con su hijo a leer sobre la tristeza o el miedo, no solo educa: se reeduca. Aprende a acompañar sin intentar reparar. Y eso, en un mundo que lo arregla todo con un clic, es un acto revolucionario.

Los cuentos no son moda, son una necesidad

Podríamos pensar que esto del "educar las emociones" es una tendencia moderna, pero no lo es. Desde siempre, las historias han sido la manera más antigua de enseñar lo invisible: el valor, la pérdida, la empatía, el amor.

La diferencia es que hoy los necesitamos más que nunca. En una época de pantallas, ansiedad infantil y prisas, los cuentos para niñosdevuelven humanidad.

Un estudio del Barcelona?eta Brain Research Center reveló que los niños que practican lectura emocional (es decir, lectura acompañada y reflexiva) desarrollan mejor control de impulsos y empatía social. La ciencia lo confirma: los cuentos no son un pasatiempo, son una herramienta de salud emocional.

Leer con los niños para sentir con ellos

Quizá deberíamos dejar de pensar en los cuentos como "cosas de antes". Son, en realidad, una forma de resistencia frente a la desconexión emocional que nos rodea.


Leer cuentos con los niños no significa resolverles la vida, sino ofrecerles un espejo donde puedan reconocerse. Enseñarles que todas las emociones caben: la alegría y la tristeza, el enfado y el perdón.

Porque cuando un niño puede poner nombre a lo que siente, deja de tenerle miedo.
Y cuando un adulto se sienta a escuchar, sin juzgar, ambos crecen un poco más.

Los cuentos no siempre cambian el mundo, pero cambian algo dentro de quien los escucha. Y eso, a veces, es mucho más.

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