La pereza del adolescente: cuando el “luego lo hago” empezó muchos años antes
No es vagancia pura, es una educación sin límites que pasa factura
Publicado por Patricia Fernández, bloguera y periodista especializada en ocio y tiempo libre
Creado: 22 de diciembre de 2025 12:45 | Modificado: 22 de diciembre de 2025 12:52
De repente, tu hijo adolescenteparece alérgico al esfuerzo. Todo le cuesta, todo le da pereza y el sofá se ha convertido en su hábitat natural. Pero la pereza adolescente no aparece por generación espontánea. Suele ser el resultado de años de permisividad, rutinas laxas y límites que nunca llegaron a consolidarse.

Índice
1. La gran confusión, no todo es pereza2. La pereza no nace en la adolescencia, se entrena en la infancia
3. "Es que no quiere hacer nada", la frase que llega tarde
4. La pereza adolescente y el miedo al esfuerzo
5. El "pobrecito" que se convierte en problema
6. Límites, rutinas y responsabilidades son la vacuna contra la pereza
7. "Pero si ahora le exijo, se enfada"
8. La pereza no se combate con discursos, sino con hábitos
9. Bibliografía recomendada
La gran confusión, no todo es pereza
Conviene empezar por aclarar algo importante: no todo adolescente que parece perezoso lo es. La adolescencia es una etapa de cambios físicos, emocionales y neurológicos que provoca cansancio real, desmotivación puntual y necesidad de desconexión.
El problema aparece cuando la pereza no es ocasional, sino estructural. Cuando no hay iniciativa, ni responsabilidad, ni esfuerzo sostenido. Cuando todo se pospone, todo molesta y todo se negocia.
Ahí ya no hablamos de cansancio adolescente. Hablamos de hábitos mal aprendidos.
Y esto duele decirlo, pero es necesario: los adolescentes no se educan solos. Llegan a la adolescencia con la mochila que les hemos ido llenando desde pequeños.
La pereza no nace en la adolescencia, se entrena en la infancia
Ningún niño se vuelve pasivo de la noche a la mañana a los 14 años.
La pereza adolescente suele tener raíces profundas:
- adultos que hicieron las cosas por ellos "para no discutir"
- normas poco claras o cambiantes
- consecuencias que nunca llegaban
- exceso de comodidades
- horarios flexibles hasta el caos
- responsabilidades inexistentes
Cuando un niño crece sin obligaciones reales, sin rutinas claras y sin asumir consecuencias, aprende algo muy sencillo: que el esfuerzo es opcional.
Y cuando llega la adolescencia -etapa donde el cerebro busca el mínimo esfuerzo por definición- ese aprendizaje pasa factura.
"Es que no quiere hacer nada", la frase que llega tarde
Muchos padres se sorprenden: "Antes era responsable, ahora no quiere hacer nada."
Pero lo cierto es que, en muchos casos, antes tampoco lo era, solo que el adulto compensaba.
Recogía, recordaba, insistía, resolvía.
En la infancia, la falta de responsabilidad pasa desapercibida porque el adulto sostiene el sistema.
En la adolescencia, cuando el joven debería empezar a sostenerse solo, el vacío se hace evidente. Y entonces aparece el conflicto.
La pereza adolescente y el miedo al esfuerzo
Aquí hay un punto clave: muchos adolescentes no son vagos, están poco entrenados en el esfuerzo.
Cuando nunca han tenido que esperar, cumplir plazos, asumir tareas incómodas, tolerar frustración, el esfuerzo se vive como una amenaza, no como algo natural.
Por eso reaccionan con rechazo, enfado o apatía ante cualquier exigencia.
No porque no puedan, sino porque no saben cómo hacerlo sin que les resulte insoportable.
El "pobrecito" que se convierte en problema
Criar desde la sobreprotección tiene una trampa silenciosa.
El mensaje implícito es: "No te preocupes, ya me encargo yo." Eso, repetido durante años, se transforma en: "No necesito responsabilizarme."
Y en la adolescencia, ese "pobrecito" se convierte en:
- adolescente sin iniciativa
- sin hábitos
- sin tolerancia al esfuerzo
- con baja autonomía
Y sí, luego llegan los problemas: académicos, familiares, laborales y personales.
Límites, rutinas y responsabilidades son la vacuna contra la pereza
Decir esto no es ir contra los adolescentes. Es ir a favor de ellos.
Los límitesno frustran: estructuran.
Las rutinas no aburren: sostienen.
Las responsabilidades no quitan infancia: construyen autonomía.
Un adolescente necesita:
- horarios claros
- tareas asignadas
- consecuencias coherentes
- exigencias ajustadas a su edad
No como castigo, sino como entrenamiento para la vida real.
"Pero si ahora le exijo, se enfada"
Claro que se enfada. Cuando se empieza tarde, el cambio molesta.
Un adolescente acostumbrado a hacer lo que quiere vivirá cualquier límite como una injusticia. Pero eso no significa que el límite sea incorrecto. Significa que llega después de años de permisividad.
Aquí es clave que los padres aguanten el malestarinicial sin retroceder. Porque si se cede ante el enfado, el mensaje es claro: "Si protestas lo suficiente, el límite desaparece." Y entonces la pereza gana la partida.
- No es autoritarismo, es responsabilidad
Poner límites no es gritar ni imponer sin diálogo. Es explicar, sostener y cumplir lo pactado.
Un adolescente puede protestar, enfadarse, discutir y aun así necesitar exactamente ese marco. El error no es exigir. El error es exigir sin coherencia o sin constancia.
- Qué pueden hacer los padres, aunque ya estén en la adolescencia
Nunca es tarde para corregir, pero sí más difícil. Aun así, debemos empezar poco a poco, reducir comodidades innecesarias, asignar tareas claras, dejar que se enfrenten a consecuencias reales, no rescatar constantemente, no negociar lo básico, y, sobre todo, dejar de confundir amor con comodidad.
Amar también es incomodar a tiempo.
La pereza no se combate con discursos, sino con hábitos
No sirve repetir: "Tienes que esforzarte más." Sirve que tenga que cumplir, que vea resultados, que experimente la satisfacción del esfuerzo. La motivación llega después del hábito, no antes.
Muchos adolescentes no son perezosos por naturaleza. Son jóvenes poco entrenados en la constancia, el esfuerzo y la responsabilidad. Y eso no los convierte en culpables, pero sí nos obliga a los adultos a mirarnos con honestidad.
Educar no es hacerlo fácil. Es preparar para lo que no lo será. Porque un adolescente al que todo se le permite hoy, será un adulto desbordado mañana. Y ahí ya no habrá padres que recojan, organicen o resuelvan. Poner límitesno es perder el amor de un hijo. Es darle herramientas para no perderse a sí mismo.
Bibliografía recomendada
- Álava Reyes, S. (2020). El arte de educar jugando. JdeJ Editores.
- Jové, R. (2019). La adolescencia, el mar en el que navegar. La Esfera de los Libros.
- Rojas Estapé, M. (2022). Encuentra tu persona vitamina. Espasa.
- García Allen, J. (2021). Psicología del adolescente. Editorial Síntesis.
- Bauman, Z. (2013). Vida líquida. Paidós.
- UNICEF España (2023). Parentalidad positiva y desarrollo adolescente.
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