Cuando los “likes” deciden su valor. Autoestima y redes sociales en la adolescencia

Lo que antes era un “¿me veo bien?”, ahora es un “¿cuántos likes tengo?”


Publicado por Patricia Fernández, bloguera y periodista especializada en ocio y tiempo libre
Creado: 27 de noviembre de 2025 13:37 | Modificado: 5 de diciembre de 2025 08:34


Nunca antes una generación había tenido un espejo tan ruidoso como el de hoy. Para muchos adolescentes, las redes sociales son una ventana al mundo... y un juicio constante. Los "likes", los comentarios y las comparaciones moldean su autoestima sin que apenas lo notemos. ¿Cómo acompañarlos en este laberinto emocional?

Los likes y la adolescencia

El nuevo espejo adolescente es una pantalla brillante y cruel

Si en los 90 un adolescente se miraba al espejo antes de salir, ahora lo hace después... y durante... y, sobre todo cuando vuelve. Ya no preguntan "¿cómo me queda?". Ahora esperan a ver si el algoritmo decide si fueron suficientemente graciosos, guapos, interesantes o atrevidos.

El problema no es la tecnología en sí, las redes son una herramienta fascinante que conecta, crea y entretiene, sino el efecto que tienen sobre un cerebro adolescente que todavía se está construyendo. Sus emociones van en moto y su autoestima, en patinete sin frenos. Y ahí les plantamos un escenario en el que todo se mide, se compara y se puntúa.

El "me gusta" se ha convertido en eso: en me gustas tú... si gustas a los demás.

La comparación infinita es un deporte olímpico adolescente

PUBLICIDAD

Compararse siempre ha sido humano. Pero compararse con 200 personas al día, en tiempo real, con filtros, luces perfectas y vidas cuidadosamente editadas, eso es nuevo. Y agotador.

Las redes sociales han convertido la comparación en un deporte de alto rendimiento:

  • "¿Por qué esa chica tiene la piel perfecta?"
  • "¿Por qué ese chico tiene tableta?"
  • "¿Por qué todos salen felices en Nochevieja menos yo?"

Lo irónico es que, a menudo, la piel perfecta es filtro, la tableta es ángulo y la felicidad... también es filtro. Pero el cerebro adolescente no siempre distingue realidad de pose. Su lógica emocional es simple:
"Si yo no tengo lo que ellos tienen, valgo menos."

A eso le sumamos que la adolescencia es precisamente la etapa donde más buscan aprobación externa. Y las redes, son una fábrica de aprobación, aplauso y juicio, todo en el mismo paquete.

El algoritmo como juez invisible

Antes, los adolescentes intentaban encajar en su grupo, en su colegio o en su barrio. Ahora intentan encajar en una audiencia global, misteriosa y omnipresente.

PUBLICIDAD

Publican una foto y esperan. Y esperan. Y actualizan. Y vuelven a esperar. Hasta que llega el primer "like" y respiran.

El algoritmo decide si eso que muestran, su pelo, su baile, su cuerpo, su pareja, sus vacaciones, merece ser visto o no. Y, el algoritmo, que no entiende de autoestima, reparte validación con la delicadeza de un martillo.

Lo peligroso no es que quieran likes. Lo peligroso es que confundan esos likes con amor propio.
Que crean que el valor personal se mide en corazones y no en historias reales, esas que no se publican y que a veces están revueltas, torpes o poco estéticas.

La autoestima en formato stories, con 24 horas de caducidad

La autoestima adolescente es como una story: aparece, brilla y desaparece a las horas. Un día reciben 300 "me gusta" y sienten que la vida es maravillosa. Al día siguiente suben algo que "no funciona" y se sienten invisibles.

Y en ese vaivén emocional, tan frágil como intenso, hay padres preguntándose por qué están tan susceptibles, por qué lloran por un comentario, por qué pasan del entusiasmo al drama en dos minutos. Porque, literalmente, el escenario donde se construye su identidad es un espacio público, medible y volátil. Un lugar donde lo que hoy vale, mañana caduca.

"Mis amigos tienen más likes que yo"; es el club del ranking eterno

La adolescencia ya es suficientemente complicada sin tener que competir por popularidad virtual. Pero el ranking está ahí: cuántos seguidores, cuántos likes, cuántos mensajes.

Antes el ranking era "quién corre más rápido en el recreo". Ahora es "quién tiene más visualizaciones". Es normal que, de vez en cuando, sientan que no dan la talla. Y es aquí donde aparecen pensamientos peligrosos:

  • "Si no tengo likes, no importo."
  • "Si no contesto al instante, me excluyen."
  • "Si no publico algo perfecto, mejor no publico nada."

Las redes no inventan la inseguridad, pero la amplifican como un megáfono.

Cómo podemos acompañarlos sin hacer un drama digital

Aquí viene la parte difícil. No se trata de prohibir. Prohibir es como poner una valla a un río: da igual, el agua buscará cómo pasar. Se trata de educar la mirada con la que miran las redes.

No sirve decir:
"Eso es mentira."
"Las redes no importan."

Para ellos, importan. Y mucho. Negarlo solo genera distancia.

Es más útil decir:
 "Lo que ves no siempre es real."
"Nadie es tan perfecto como parece en las fotos."
"Lo que tú vales no cabe en un número."

Y, sobre todo:
"Si algo te hace sentir mal, podemos hablarlo."

La conversación constante -sin juicio- es la mejor vacuna.
Y también lo es ayudarles a cultivar espacios de autoestima fuera de las pantallas: actividades donde destacan, amistades reales que no se midan en seguidores, momentos familiares sin móviles, habilidades que construyen identidad sin filtros.

Humor, por favor: también vale reírse del postureo

El humor es un aliado fabuloso. Reírse juntos de los filtros imposibles, del "modo belleza", de las poses repetidas, de las historias que parecen anuncios de perfumes, relaja la tensión y humaniza lo que ven.

A veces, un simple: "¿Pero esa gente respira o solo posa?", abre una conversación que un sermón jamás lograría.

El humor adolescente no acepta discursos largos, pero sí complicidad. Y la complicidad une más que cualquier charla formal.

Que los "likes" no decidan lo que valen, pero tampoco los padres

Los adolescentes necesitan construir una identidad propia, no una que dependa de miradas ajenas, ni del algoritmo... ni de nuestras expectativas.

Las redes sociales seguirán ahí, y probablemente cada vez más presentes.
La clave no es protegerlos del mundo, sino enseñarles a caminar dentro de él sin perderse.

Acompañarlos significa estar cerca, observar sin invadir, ayudarles a pensar, y recordarles -cada vez que sea necesario- que su valor no se mide en likes, sino en quiénes son cuando nadie los está mirando.


Porque, al final, lo que construye su autoestima no es lo que publican, sino lo que viven.

 

Bibliografía recomendada

  • Twenge, J. (2019). iGen: Why Today?s Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious and More Anxious. Atria Books.
  • García Allen, J. (2021). Psicología del adolescente. Ed. Síntesis.
  • Álava Reyes, S. (2020). El arte de educar jugando. JdeJ Editores.
  • UNICEF España (2022). Adolescentes, redes sociales y bienestar emocional.
  • Orben, A. (2020). Teen Mental Health and Social Media Use: A Review of Research. Oxford Internet Institute.

 

PUBLICIDAD

Artículos relacionados

Comentarios

¡Sé el primero en comentar!