Jugar, jugar y jugar

Los juguetes estrella en mi casa son un tren de pilas y juegos de construcciones

Aprovechando estas pasadas fiestas navideñas, que han dejado tras de sí un reguero de juguetes para Jorge, me gustaría comentaros el impacto que han tenido sobre él.

Todavía es muy pequeño para saber quiénes son los Reyes Magos y vivir la Navidad con la magia que la viven los niños pero, debido a este acontecimiento, han llegado a casa un montón de juguetes, con desigual éxito: algunos han triunfado rotundamente y otros están cogiendo polvo en un rincón.

A Jorge le encantan dos tipos de juguetes: los de construcciones y los DVD’s de Baby Einstein o de canciones. Y nuestro juguete estrella: un tren de pilas que recorre mi casa de punta a punta todos los días a todas horas.
Recién levantados y todavía intentando abrir el ojo, comenzamos a escuchar una vocecilla al grito de “piiiiiiiii”. Segundos después aparece Jorge que ya ha sacado del cesto de los juguetes el tren y una de las vías para que le montemos la atracción. También se da el caso cuando llegamos a casa por las tardes. Todavía está el niño embutido en el plumas, verdugo, guantes y demás aparejos invernales, y nosotros cargados con todas las bolsas cuando vuelve a la carga: “piiiiiiii”.

Los juguetes de construcciones han sido otros de los “hits” navideños en mi casa y un descubrimiento, puesto que Jorge se entretiene muchísimo apilando cajas o poniendo fichas una encima de la otra hasta formar una torre.

Y, en el apartado DVD, tenemos uno nuevo musical que me pareció encantador cuando lo pusimos por primera vez pero que, a día de hoy, se ha convertido en mi pequeña pesadilla, ya que es la banda sonora de mi día a día: me descubro tarareando constantemente canciones del tipo “estando el cocodrilo y el orangután, dos pequeñas serpientes y el águila real” o “para dormir a un elefante, se necesita un chupete gigante”.

Esos han sido los juguetes favoritos de Jorge. El mío es un barco pirata que le regalaron los tíos de mi marido lleno de botones para tocar y puertas para abrir. De tal manera, que, cuando por fin se ha cansado del tren, aprovecho para ponerle delante el barco con el que durante un rato vuelvo a mi infancia y juego a piratas y motines a bordo con Jorge.

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