Padres demasiado críticos

Muchos padres pretenden que sus hijos sean perfectos y creen que una manera de conseguirlo es recordarles constantemente sus fallos. Pero así solo se consigue que muchas veces los hijos se sientan atacados por la persona de la que más admiración esperan.

Los padres críticos no saben que el reproche continuo acaba reforzando el mal comportamiento que pretenden corregir en sus hijos. Criticar significa juzgar, censurar o condenar, y los niños acaban poniéndose a la defensiva y respondiendo con hostilidad y desconfianza. Más que animarlos a cambiar, la crítica puede quitarles ilusión para intentar algo nuevo, restarles motivación y reforzar sus sentimientos negativos. Los hijos pensarán que es mucho más seguro no intentar algo que acabará en fracaso; asumirán la crítica y harán suyos pensamientos como “nunca lo entenderé, no aprenderé, no lo conseguiré...”. “¿Por qué no te sientas derecho?”, “a ver si te vas a caer”, “escribe con lápiz por si te equivocas” o “no grites, vas a despertar a tu hermano” son frases y comentarios que parecen predisponer a los hijos a la ejecución de lo que precisamente se trata de evitar. En general, se podría decir que los padres muy críticos tienden a fijarse solo en lo malo. Cuando observan el trabajo de clase de sus hijos, no se fijan en la buena letra sino solo en que le falta un acento. Y eso no ocurre únicamente en lo relativo al ámbito escolar, sino en otros aspectos de la vida: cuando el niño se acerca a darles un beso, no reparan en lo cariñoso que es, sino en que no se ha peinado… Si fuéramos capaces de fijarnos en lo positivo, los niños sentirían mayor motivación, cooperación y seguridad en sí mismos.

Lo mejor es...

* Centrarnos en la situación y no en el niño. Para que no viva nuestro comentario como un ataque personal, es más eficaz explicar al niño la situación (“si gritas, molestas a los demás”) que regañarle con expresiones personalizadas (“¡qué gritón eres!” o “¿no te das cuenta de que estás molestando?”). * Optar por expresiones que motiven y no critiquen. En lugar de decirle “si me hubieras hecho caso...”, es más útil una frase que reconozca su capacidad para cambiar, como “sé que no es fácil, me doy cuenta de que te esfuerzas”. * Dejar que el niño sufra las consecuencias de su comportamiento poco deseable como alternativa a las críticas. El siguiente ejemplo es ilustrativo: una madre insistía en que su hijo se pusiera las sandalias para ir por la arena caliente, pero el niño se resistía. No sabía que la arena quemaba porque su madre siempre había tomado precauciones, pero como cada día el pequeño se enrabietaba cuando la madre intentaba calzarle, la solución pasaba por dejar al niño ir descalzo por la arena caliente, para que aprendiera de la experiencia. * Avisarle de nuestra intención escuetamente, en vez de hacerle reproches o intentar imponernos perdiendo los nervios ante su pasividad o resistencia. * Invitar al niño a que resuelva el problema. Cuando, por ejemplo, el niño no termina los deberes en el colegio, conviene primero fijarse en lo que ya ha realizado. Luego, habría que reconocer que le esperan otras muchas actividades más apetecibles, y que los deberes le suponen un esfuerzo. Finalmente, deberíamos preguntarle qué se podría hacer para que no le resulte muy duro seguir un orden primero: los deberes y luego, el ocio. * Preguntarle por sus éxitos, por las pequeñas satisfacciones del día. Cuando el niño repite una y otra vez la misma conducta no deseada, habría que cambiar nuestro tipo de pregunta para romper la inercia. Retomando el punto anterior, si no acaba las tareas en el colegio y tiene que terminarlas en casa, en lugar de decirle “¿qué has traído hoy?”, es preferible preguntarle por lo que ha acabado con éxito, acerca de lo que ha realizado bien, de lo que se siente orgulloso, y compartirlo con él. Poco a poco nos sorprenderá ver cómo van aumentando las tareas terminadas.

Podemos aprender a...

* Elogiar y a valorar. A veces, cuando nuestros hijos se comportan como queremos, como nos gusta, no lo valoramos lo bastante, o no exteriorizamos nuestra satisfacción suficientemente. Expresar al niño reconocimiento por algo bien hecho le anima a repetirlo, porque refuerza sus deseos de agradar y le ayuda a sentirse bien consigo mismo. También hay que valorar la sinceridad de los niños cuando nos tienen que comunicar alguna trastada e intentar, cuando los elogiemos, describir de manera muy precisa cuál es el motivo. Si expresamos el elogio con una frase hecha, del tipo “muy bien”, el niño no sabrá si realmente nuestra felicitación es sincera. Y los hijos necesitan el reconocimiento de los padres. No hay que olvidar, sin embargo, que el elogio delante de adultos funciona bien con los niños pequeños, pero no con los adolescentes. * Utilizar técnicas divertidas, como dejar notas llenas de humor a los hijos: “Tu habitación está muy orgullosa de ser la más ordenada de la casa”. * Enfatizar lo satisfechos que deben estar después de haber hecho algo digno de elogio. Con ello les hablaremos de los sentimientos que la conducta correcta provoca en uno mismo y la satisfacción personal que conlleva lo bien realizado. * Pillarles haciendo algo bueno. Es una técnica que funciona muy bien en los casos de niños muy traviesos, provocadores, a los que hay que estar regañando todo el día. Mar García Orgaz. Psicóloga.


Artículos relacionados

Comentarios (1)

26 may 2022 03:04 Carlos

Muy buenos tips, muchas gracias por compartir sus conocimientos.