Entrevista con el alpinista Iosu Feijoo

Alpinista y escalador de élite, deportista incansable, amante de la vida y gran soñador, este vitoriano de 39 años no ha permitido que su diabetes le impida alcanzar la cima deportiva y vital. Todo lo contrario: ha sido para él un motivo más de superación. Con su testimonio iniciamos una serie de entrevistas a personajes que han hecho de la superación personal la clave de su éxito en la vida.

La trayectoria deportiva de Iosu Feijoo asusta tan solo al leerla pero todavía nos sorprende más si tenemos en cuenta que es diabético insulinodependiente, enfermedad que le diagnosticaron hace 16 años. Al contrario de lo que pudiésemos pensar, esta enfermedad, más que ser un obstáculo para él, ha sido un motivo más de superación cada día, tanto en lo personal como en lo profesional. Casado y a punto de ser padre, su próximo proyecto es alcanzar los picos más altos de cada continente, “Las 7 cimas”. De lograrlo se convertiría en el único alpinista diabético en conseguirlo: Elbrus en Europa, Kilimanjaro en África, Everest en Asia, Vinson Masif en la Antártida, Cartensz en Oceanía, Aconcagua en América y Mckinley en el Ártico. Toda una aventura que completaría, de momento, una increíble trayectoria que comenzó en 1999 en el Everest, seguiría en la Antártida y le llevaría entre 2002 y 2003 a alcanzar el Polo Norte geográfico arrastrando trineos de 55 kg a 52º bajo cero y a realizar una travesía de más de 1000 kilómetros hasta alcanzar el Polo Sur geográfico. Teniendo en cuenta que los diabéticos tienen que realizar el doble de esfuerzo que las personas que no lo son, estamos sin la menor duda ante todo un ejemplo de superación personal.

P.: ¿Cuál era tu sueño infantil? I. F.: La verdad es que siempre he dicho que soy una persona muy soñadora. Sigo soñando con ir al espacio pero, con los pies en la tierra, sueño con alcanzar la cima del Everest. P.: ¿Qué es triunfar? I. F.: Bueno, yo soy de esas personas que no identifica triunfo con éxitos deportivos o económicos. Para mí triunfar es ver sonreír a mi mujer. P.: ¿Consideras que has triunfado? I. F.: Yo creo que sí y, de hecho, dentro de poco, para mediados de enero, creo que sonreiremos mi mujer y yo con el nacimiento de nuestra próxima hijita. P.: ¿Quién o qué te ha ayudado a crecer como persona? I. F.: Lógicamente, mi padre. Es la persona que más admiro y pienso en todos los consejos que me dio cuando era pequeño. Antes no le quería entender y ahora pienso que tenía mucha razón. P.: Cuéntanos cosas de él... ¿Cómo te educó? I. F.: Mi padre es un artista, bueno era, porque falleció hace cuatro años. De hecho, me fui a la Antártida, escalé una montaña virgen y le puse el nombre de mi padre, Jesús Feijoo, y allí están enterradas sus cenizas. Mi padre pintaba cuadros, era muy bohemio, muy inteligente y él siempre veía que yo era un poco hippy y me intentaba corregir. Lo lógico, debido a la diferencia generacional, y ahora me doy cuenta de que tenía razón. P.: ¿Tu triunfo secreto? I. F.: No sé, quizás yo creo que haber conquistado el corazón de mi mujer, de Tania. Es una chica rusa, la conocí en la Antártida, donde trabajaba en un rompehielos ruso y tuve que pelear muchísimo para conseguir que viniese a España y legalizar los papeles. Ella es mi media naranja, la persona que me dice que aterrice. P.: ¿Tu héroe? I. F.: Lógicamente, Iuri Gagarin, el primer hombre en viajar al espacio. Fue el primer cosmonauta ruso y el 4 de abril de 1962 fue el primer hombre en ir a la órbita espacial. Abandonar el planeta Tierra con los miedos internos que tiene la gente, incluso creencias religiosas, me causa una tremenda admiración y respeto. P.: Enumera tres valores. I. F.: Desde luego, la amistad, la alegría y el optimismo. Soy un diabético insulinodependiente y tengo que enfocar todas mis frustraciones hacia el optimismo. P.: ¿El momento más difícil de tu vida y el más feliz? I. F.: Sin ninguna duda, el más difícil fue cuando murió mi padre porque murió en el hospital y yo le tenía cogido de la mano. Yo le vi morir y, aunque el médico me había dicho que le quedaban horas de vida, fue muy duro. El más feliz, espero que sea el día en el que se anuncie que se ha curado la diabetes. P.: ¿Qué le dirías a los niños? I. F.: Que lean mucho, que lean mucho, mucho, mucho..., porque leer amplía la mente. Además, si esa amplitud de mente la puedes compaginar con los viajes, la verdad es que tenemos el sobresaliente. Yo les diría que, cuando se es niño, hay que aprender mucho y tropezar muchas veces, pero que hay que levantarse con ganas de intentar no volver a caer. P.: Tienes especial sensibilidad por todo lo relacionado con los más pequeños... Háblanos de ese proyecto del hospital para niños pobres sherpas que has fundado en Lukla en Nepal. I. F.: Llevamos ya cuatro años trabajando en este centro. Es un hospital para niños pobres en la aldea de Lukla, a 2800 metros de altura, a la que solo se puede llegar en helicóptero. La mortandad infantil en Nepal es la segunda más alta del mundo. Yo conozco bien esa zona porque he hecho 12 expediciones al Himalaya y sus habitantes se creen que eres rico porque siempre tienes medicamentos, utilizas el avión y llevas material sofisticado. Aunque intentes explicarles que no, al final me conciencié de que cualquier ayuda, por mínima que sea para ellos, es como si se multiplicara por un millón. Simplemente pensé que, si tenía medicinas y contactos, podría crear un centro y ¡ahí está! P.: ¿Cuál era tu sueño infantil? I. F.: Mi próximo proyecto es “Las 7 cimas”, es decir, conseguir la cima más alta de cada continente. Ya tengo dos de ellas y la verdad es que este proyecto me va a posibilitar además seguir conociendo otros países y estrechar más mi amistad con mi compañero de expediciones, Jon Goikoetxea. En lo personal, por supuesto, ver nacer bien a mi hija, a la que llamaremos Zalima, y educarla con la mayor libertad posible, dándole la oportunidad de viajar y de conocer gente. Intentaré que sea una buena persona.

Mónica Álvarez


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