Pequeños grandes logros

En sólo unas semanas ha pasado de ser un bebé que ríe sentado en su sillita a un gateador veloz.

Parecía que Ernesto iba a estar siempre sentadito en su silla o en su hamaca, pero en nada de tiempo ha aprendido tenerse sentado y hace unos días se lanzó a gatear.

Ahora que ha descubierto las ventajas de la independencia, deja clarísimo que la silla no la quiere ver ni en pintura. Con un rotundo “ahhhhhhh” mientras se revuelve para que no le abroche, manifiesta su total y profundo malestar por no poder estar arrastrando el culete por el suelo.

Y es que su especial manera de gatear se basa en lanzar las dos manos hacia delante y arrastrar el resto del cuerpo, de momento así descubre el mundo que le rodea. Su hermano dice que es una “escoba fenomenal”.

Ahora es cuando todos tenemos que poner especial cuidado en no pisarle una manita o arrasarle a nuestro paso, porque cuando piensas que está detrás de ti, ha avanzado sigilosa pero velozmente y está en la otra esquina. Y claro, no hay aprendizaje que no suponga algún que otro tropiezo, y por más que intento ponerle elementos blanditos a su alrededor, cuando se desestabiliza suele caer sobre el único sitio vacío, esa maldita ley de Murphy…

Y este último fin de semana lo ha pasado llorando, protestando, y bastante nervioso. Ya no sabía que hacer con él hasta que en una de las llantinas, abrió la boca tanto que pude ver cómo un pequeño piquito asomaba por su encía. Al mirar mejor, pude ver otro segundo piquito. Madre mía, cómo no iba a protestar si le están saliendo los dos paletos a la vez. Cualquier adulto estaría rabiando y con ganas de pelea con quien tuviera enfrente.

Así que en nada de tiempo mi pequeño bebé ha conseguido un montón de pequeños grandes logros.


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