Manías y hábitos repetitivos de los niños

Cuándo las manías de los niños son un problema

Existen algunas manías y hábitos repetitivos de los niños que se adquieren a muy temprana edad y que incluso se consideran positivos, pero que en una etapa posterior son molestos, sobre todo si aumentan en frecuencia, y empiezan a preocupar. En algunas ocasiones, las manias de los niños pueden llegar a producir lesiones corporales (como, por ejemplo, las malformaciones dentales, en el caso de succionar un dedo, o lesiones en los dedos si se muerde mucho las uñas). En otras, pueden convertirse en motivo de burla (por tratarse de conductas demasiado infantiles) o afectar a las relaciones sociales (por producirse con tanta frecuencia que se convierta en un comportamiento obsesivo). En estos casos los padres deberían consultar a un especialista.

Chuparse el dedo

Niña mordiéndose las uñas

Después del primer año de vida, la succión como reflejo desaparece y el niño suele chuparse el dedo como un acto de compensación frente al miedo la inseguridad, la falta de adaptación al medio, por cansancio o aburrimiento. Por lo tanto, si el bebé tiene más de un año y se chupa el pulgar, se debe trabajar directamente sobre las causas. Es más positivo hacer que se sienta seguro o proponerle actividades físicas que lo distraigan y mantengan sus manos ocupadas que regañarlo y quitarle la mano de la boca constantemente, ya que puede aumentar su ansiedad y reforzar esta conducta. Enroscarse el pelo entre los dedos, morderse las uñas, succionar el chupete o la esquina de una sabanita o llevar siempre su objeto transicional son equivalentes a chuparse el dedo y deben tratarse de forma similar.

Tics nerviosos

Constantes parpadeos, muecas, movimientos de hombros y carraspeos… son tics nerviosos. Estos movimientos o sonidos repetidos de forma semiinvoluntaria no tienen finalidad consciente y son tremendamente indisciplinados. Algunos padres piensan que el niño con tics hace tonterías o que lo hace a propósito y, al regañarle, no hacen más que aumentar su ansiedad, inseguridad y sentimiento de culpa. Lo único que a los padres los debe preocupar es si el niño sufre con su tic. Pero si el niño no se siente molesto, es mejor no hablar a todas horas del tema y esperar pacientemente a que se le pase. El objetivo primordial es evitar que la condición se transforme en enfermedad, para lo cual es necesario fortalecer su autoestima, eliminar los tabúes y prejuicios y procurar neutralizar las conductas adversas del entorno.

Jugar con los genitales

Durante la primera infancia, los niños son curiosos por naturaleza. Exploran su cuerpo, juegan con los dedos de sus manos, con sus pies y también con sus genitales. Jugar con los genitales es una conducta totalmente normal. En algunos niños es tan constante que hasta los padres más abiertos muestran cierta preocupación. Lo más recomendable es ignorarlo por completo. Lo más práctico es desviar su interés hacia una actividad más sociable y, si es necesario, retirarle la mano con suavidad. No hay que humillarle ni castigarle, y aunque nos incomode, no hay que darle mensajes negativos que asocien los genitales con suciedad, maldad o enfermedad.

Hurgarse la nariz

Es una mala costumbre que –como todo el mundo sabe– no es exclusiva de los niños, por lo que es posible que sea la consecuencia de imitar a los adultos. Algunos opinan que también puede que lo hagan porque les resulta agradable explorarla en momentos de aburrimiento. Para evitar el problema es importante desviar su atención cuando lo intente y procurar que sus vías respiratorias estén siempre despejadas. Y, por supuesto, en cuanto tenga la edad adecuada (2-3 años), enseñarle a sonarse (cerrando una fosa nasal mientras se suena la otra) y a utilizar el pañuelo para esos menesteres.

Súplicas y gimoteos

Si el niño gimotea constantemente es porque le funciona. Hay que decirle que de esta forma no va a conseguir nada y por supuesto cumplirlo. Podemos enseñarle otras formas más correctas de hablar. En cuanto a las súplicas, ocurre lo mismo. El niño averigua con rapidez los puntos débiles del adulto y sabe que es cuestión de tiempo conseguir lo que se propone. Los padres habilidosos pueden detenerle iniciando alguna actividad que le resulte interesante. Si esto no funciona, aunque la paciencia se vaya agotando, por lo menos hay que fingir que lo ignoramos. Seguramente el niño continuará, pero hay que mantener lo dicho. Y si todo esto no funciona, como último recurso, es muy útil sacarlo al aire libre, donde seguramente su hostilidad disminuirá.

Virginia González. Psicóloga

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Comentarios (1)

01 oct 2012 15:34 Carmen Luz Orellana Escalante

Más que un comentario es una consulta, debido a un alumno de 7 años que si bien no tiene problemas de aprendizajes y tiene un vocabulario muy fluido que es digno de destacar; lo que me produce problema es que ha comenzado a chupar los lápices de colores y se vuela porque no toma atención a la clase y por ende no escribe nada.