Cómo viven la Navidad los niños y los adultos

La diferente forma de vivir la navidad en la infancia y la madurez

Es un tiempo de paz, alegría y amor, una fiesta familiar que a veces se convierte en una pesadilla; es la Navidad, que llega fiel a su cita para jolgorio, sobre todo, de los niños, llena como siempre de buenos sentimientos, regalos, familiares y comida, que, en ocasiones, dejan un regusto agridulce.

¿Ya es Navidad?”, se preguntan espantados los adultos. “¡Ya es Navidad!”, gritan alborozados los niños. Y sus padres, abuelos, tíos y demás parientes, un año más, hacen un esfuerzo para disfrutar las fiestas que prefieren los más pequeños.

La Navidad en familia. Cómo viven los niños y adultos las fiestas

La Navidad, una fiesta para los niños

Resulta sorprendente ver cómo la capacidad de disfrutar la Navidad es inversamente proporcional a los años que se van cumpliendo. Los niños viven las fiestas con todo el espíritu infantil, esperando noche tras noche las maravillas del día siguiente, apurando las vacaciones, visitando belenes, grandes almacenes, espectáculos de Navidad, merendando con la parentela, viendo juguetes, todo ello bien revuelto en un batiburrillo que mezcla lo mundano con lo religioso, lo pagano con lo espiritual y la indigestión con el recogimiento.

Los adultos, resignados los más, encantados algunos privilegiados, hacemos de tripas corazón y pedimos que llegue pronto enero, con cuesta y todo. Y es que nos falta gente querida alrededor, la vida nos ha baqueteado, las peleas familiares en torno al pavo nos tienen escarmentados y la nostalgia de no ser ya unos niños felices y despreocupados nos embarga.

El estrés de los preparativos de Navidad

Los preparativos de la Navidad requieren semanas de conversaciones diplomáticas familiares. ¿Dónde? ¿Cuántos? ¿Cómo? Son las preguntas clave para las fechas más señaladas. A veces son los padres ya mayores quienes reúnen en torno a su mesa a hijos y nietos, con la ayuda de las hijas y de las nueras, pero cuando falta algún abuelo, normalmente los hijos e hijas se van turnando en la organización.

Y una vez organizadas las reuniones, manos a la obra. La carne, el pescado y el marisco ya se han puesto por las nubes; las bebidas, otro tanto, los aperitivos también y los turrones están prohibitivos. Los mercados y los híper bullen de gente cercana a la histeria arrebatándose los besugos los unos a las otras. Las colas para pagar son kilométricas.

También hay que comprar regalitos para todo el mundo, incluidos los niños. Los nervios y el estrés acechan en los atascos interminables de las ciudades, en las compras de última hora, en las discusiones sobre nimiedades, en el gasto que se va a acumulando sobre los bolsillos y en el hecho de que todavía quedan muchas fiestas que celebrar, muchas visitas que realizar, eso sin contar las tarjetas de Navidad o las llamadas de teléfono.

Pero llega el día de la reunión familiar y, milagrosamente, todo está a punto. Los manteles, la cubertería y la vajilla brillan a la luz de las velas, la casa está alegremente adornada, suena una suave música navideña, los niños aún no se han puesto perdidos y la comida espera apetitosa a los comensales.

El “Christmas blues” en Navidad

En Estados Unidos, donde tienen nombre para todo, llaman a esto el “Christmas blues”, la “Tristeza de Navidad”, una dolencia cada vez más común producida a partes iguales por la vorágine consumista y la presión familiar.

En España, según las encuestas, 4 de cada 10 personas sienten melancolía o tristeza y una de cada cinco, agobio. Contra esta tristeza hay consejos para todos los gustos: a las madres se les recomienda que deleguen responsabilidades hogareñas, a los padres que hagan el esfuerzo de ser un poco niños, a los hijos que den rienda suelta a sus fantasías y no desperdicien las vacaciones delante de la caja tonta.

Y es que también los niños, tan alegres y despreocupados en esta época, pueden reflejar una cierta tristeza cuando han pasado por un hecho familiar novedoso o traumático, como la muerte de un abuelo o del algún otro familiar, la separación de los padres, un cambio de colegio, la mudanza a otra ciudad o la llegada de un nuevo hermano, etc.

Los niños también sufren estas ausencias, aunque de distinta forma que los adultos. “Lo más importante es enfrentar los problemas, hablar de los que ya no están, que el niño hable, asuma su ausencia y luego pueda en cierta manera volver la página y disfrutar de unas fiestas que tanto les gustan”. También es importante que los niños no se conviertan en el paño de lágrimas de sus mayores, que no les hagamos cargar con nuestros problemas, “porque los niños no tienen la capacidad psicológica del adulto y lo único que hacemos es provocarles una tristeza que no les corresponde”.

Consejos para ser feliz en Navidad

1. La Navidad es una fiesta de paz, solidaridad, esperanza, amor... Intenta sumergirte en este hermoso pensamiento.
2. No empieces a pensar en la Navidad dos meses antes.
3. Navidad y Reyes son las fiestas favoritas de los niños. Tú puedes hacérselas inolvidables.
4. No te compliques la vida con menús exóticos y sofisticados. Sorpréndelos con eso que te sale tan bien.
5. Pide la colaboración de todos para adornar la casa, poner el belén, preparar la comida... En el fondo les encanta.
6. Cambia el chip y procura ver el lado bueno de cualquier situación. Existe.
7. En momentos difíciles, repite: “las cosas que no tienen importancia no me afectan...”.
8. Disfruta con lo que tienes. Seguro que es mucho.
9. Si tienes una familia que te quiere y a la que quieres, siéntete la persona más afortunada del mundo y hazla feliz. Sin más.
10. Recuerda la Navidad más hermosa de tu vida. Ésta puede serlo aún más.

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