Acerca de la muerte
Para muchos la muerte es un tema muy incómodo sobre el que tratamos de proteger a nuestros hijos.
Bien por las desinhibidas preguntas de los niños o por situaciones traumáticas, no podemos evitar abordar este tema.
Sensibilidad, sencillez y franqueza
El niño, siempre con su curiosidad por delante, nos puede hacer preguntas que nos resultan difíciles de responder de forma abierta, porque tememos perturbarle o porque no sabemos qué decir. Unas veces quiere tener simplemente más información (¿Por qué se muere la gente?), pero otras puede reflejar miedo al dolor o a ser abandonado (¿Cuándo te vas a morir?). Es más perjudicial evitar el tema o inventar historias que tratarlo de forma sencilla, realista y directa, adaptándolo al nivel de comprensión del niño. Decirle que su abuela que ha quedado dormida o que se ha ido al cielo, puede hacerle pensar que en cualquier momento puede despertar o volver. Si queremos ayudarle a superar el miedo a la muerte debemos entablar un diálogo sincero con ellos.
Hacerles partícipes
Ante situaciones de gran dolor, a menudo se trata de dejar al margen al niño para evitarle el sufrimiento. Los adultos abrumados lloran y se consuelan mutuamente, pero el niño, con una información inexacta e incompleta, se siente excluido, abandonado y confuso. Por pequeño que sea, percibe cuando las cosas no van bien y si no se le ofrece una información concreta y no se le hace partícipe, puede distorsionar la realidad y creerse sus propias fantasías. Necesita también llorar la pérdida, hablar sobre lo que entiende, piensa y siente y sobre todo sentir que pertenece a un grupo familiar.
Comunicación eficaz
Cuando vamos a comunicar un fallecimiento a un niño debemos estructurar antes lo que vamos a decir para asegurarnos que entienden lo que intentamos decirles. Para ello hay que valorar su edad, su madurez y los conocimientos que ya tiene sobre la muerte. El mensaje que le daríamos a un niño de cinco años es muy distinto al que le daríamos a un adolescente. La explicación también variará si la muerte ha sido consecuencia de una larga enfermedad o de un accidente repentino, ó si se es o no creyente, pero en general y por lo menos en un principio- los niños no necesitan que les bombardeen con un sinfín de detalles. Una explicación sencilla y sin cuentos de hadas es lo más adecuado.
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