Las cosas de un niño de 3 años

Jorge no deja de sorprenderme día a día. Casi sin darme cuenta, ha dejado de ser un bebé.

Por encima de otras muchas cosas, es un niño muy sociable. En cuanto bajamos al parque o a la piscina, se acerca a cualquier persona, ya sea niño, padre o abuelo a hacer presentaciones: “Soy Jorge y esta es mi mamá y este es mi papá”. Suele meterse en todos los grupos, en muchas ocasiones no le hacen caso, y en otras, por insistir acaba jugando incluso con niños más mayores. Es muy, muy hablador, en mi casa no comienza el silencio hasta que no se va a dormir, e incluso a veces durmiendo habla.

Ya razona con adultos para conseguir lo que él quiere. Sin ir más lejos, ayer no le apetecía nada cenar puré de verduras, así que ponía mil excusas como que estaba demasiado caliente o que lo que yo tenía en el plato olía muy bien y quería probarlo...

También andamos inmersos en el interminable mundo del “¿por qué?”. Todo lo que está a su alrededor es susceptible de generar un “¿por qué?” y de nuestra respuesta sale otro “¿por qué?” y así podríamos estar eternamente si no le distraemos con otra cosa.

Le gusta mucho que le lean cuentos, antes de dormir viene con su libro y como intentes darle un giro a la historia para no contarlo siempre igual, protesta y te corrige: “No mamá, así no era, el lobo soplaba la casa y la tiraba abajo”.

Está obsesionado con los ordenadores, cada vez que ve uno, tiene que toquetearlo e investigarlo. Con lo pequeño que es, ya sabe encender el de casa y también los botones que hay que ir presionando para apagarlo. De vez en cuando, mientras juega con sus juguetes, se acuerda del ordenador, deja todo y sale corriendo al grito de “mamá, voy a trabajar”. Cuando intento que deje el ordenador se defiende diciendo “todavía no he terminado, tengo mucho trabajo”.

Y, por supuesto, ya no se puede hablar todo delante de él. Hace unos días, le gritaba a una controladora del S.E.R: “no pongas una multa a mi mamá, déjala en paz hombre”. La mujer se quedó atónita puesto que ni se había acercado a nuestro coche. Y, desde que mi marido, llamó “panoli” a un conductor de furgoneta que casi choca con nosotros, la palabra “panoli” está instaurada en su vocabulario. ¡Qué peligro!

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