¿Por qué mi hijo es tan charlatán?

3 claves para saber qué hay que hacer cuando hablan demasiado

Los profesores os escriben notas de advertencia porque el niño no para de hablar en clase. Y, en casa, su incontenible parloteo también acaba siendo agobiante. ¿Qué hay que preguntarse? ¿Cómo ayudarlo? A continuación os damos algunos consejos.

Pedir cita con el profesor

No pasa una semana sin que el niño llegue a casa con una nota en la que el profesor advierte de lo mucho que habla en clase. Está claro que, antes o después, va a pedir que vayamos a verle. ¿Por qué no adelantarse? En todo caso, la reunión será instructiva. Intentad averiguar en qué momento del día el niño está más hablador: ¿al llegar al colegio? ¿Al final del día, cuando está cansado? ¿En una asignatura determinada? ¿Después del fin de semana, durante el mismo, en todo momento? Esas precisiones os permitirán comprender mejor lo que siente vuestro hijo: si le angustia el colegio, si se aburre, si no encuentra su lugar, si tiene problemas en una asignatura determinada o con las normas de convivencia en general. Valorad con el profesor si se trata de un rasgo de su carácter que hay que vigilar o de un problema más profundo.

Observarlo junto a sus hermanos

Una cosa es segura: el charlatán intenta que se fijen en él. Es interesente preguntarse por qué el niño asume la poco agradable tarea de importunar. ¿En casa lo escuchamos lo suficiente? ¿Lo escuchamos demasiado? ¿Qué lugar ocupa en la familia y entre los hermanos? ¿Por qué necesita hablar todo el rato o hablar el primero? ¿Tiene cosas importantes que decir? Observad las relaciones entre vuestros hijos y qué lugar ocupa cada uno. Preguntaos también sobre los límites: ¿hasta dónde hay que aguantar al charlatán? ¿En qué momento su incontinencia verbal rompe el equilibrio de la vida familiar?

Enseñarle a respetar a los demás

¿Castigar a un niño charlatán? No creo que esa sea la solución, subraya la psicóloga Geneviève Henry. A esta edad, los niños no hablan en exceso para provocar, sino que más bien sufren por ello. Lo que ocurre es que el niño no consigue controlarse, no logra dejar de hablar a su vecino. No hay más que ver cómo algunos intentan callarse mordiendo las mangas de sus jerséis o poniéndose celo en la boca. Esos niños necesitan que les ayudemos a canalizar lo que les supera. Hay que enseñarles a respetar al otro. Hablar está bien, pero hablar sin parar es ignorar la existencia del otro. Porque no nos construimos aplastando a los demás, al contrario, nos construimos en la riqueza del intercambio...

Sophie Coucharrière

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