Un día de playa

Por fin de vacaciones. Como es lógico no queremos perder ni un minuto de playa. Disfrutar en familia de un buen día de sol en contacto con el agua y la arena tiene más ventajas que inconvenientes. Pero hay que considerar las necesidades propias de cada edad y tomar las precauciones oportunas para que el niño esté a gusto y no pase ningún mal trago.

No es fácil prescindir de las cosas que usamos en casa para cuidar del bebé. La lista es interminable, pero el tamaño del «equipaje» dependerá del tiempo que vayamos a permanecer en la playa. Pañales y toallitas, ropa de cambio, chupete, biberón de agua, gorro, crema protectora, juguetes, botiquín, cámara de fotos… Y aun así, seguro que, cuando estemos llegando, nos damos cuenta de que nos hemos dejado algo en casa. Ayuda mucho elaborar previamente una lista con las cosas imprescindibles.

¡Qué buen día!

Según sean las primeras experiencias del niño en la playa, el pequeño regresará encantado o no querrá volver más. En nuestras manos está procurarle un ambiente atractivo y seguro para que lo pase bien y no sufra ninguna experiencia angustiosa. No correr riesgos es la mejor garantía para que el pequeño descubra los placeres de la playa. Pero no olvidemos que lo fundamental es estar siempre atentos al niño.

Cuidado con el sol

El sol es beneficioso tomado en pequeñas dosis (15 minutos diarios son suficientes). Estimula la síntesis de vitamina D, previene el raquitismo, fortalece las defensas, mejora algunas enfermedades de la piel y favorece el buen humor. Pero puede ser un enemigo temible si no mitigamos sus efectos sobre el cuerpo hipersensible de los niños. Los bebés son muy proclives a las quemaduras solares. Carecen de la capacidad natural para defenderse del sol porque su piel todavía se encuentra en un proceso de maduración. Por ello, si el niño es menor de un año, no debe exponerse directamente al sol. Su piel ha de estar cubierta y permanecer en una zona de sombra. A partir del año, el pequeño podrá disfrutar del sol, el agua y la arena, pero sin descuidar en ningún momento las medidas de seguridad al sol.

¡Al agua patos!

Los niños en general suelen sentirse atraídos por el agua, pero una vez más, debido a las características de su piel, no es recomendable que los menores de un año se bañen en la playa. Ni dentro del mar ni en una piscinita. A partir del año, irán descubriendo los placeres del baño, aunque, al principio, la inmensidad del mar puede asustarlos. La reacción de miedo es normal y, por ello, el primer encuentro con el mar debe ser suave, tranquilo y en nuestra compañía. No hay prisa para que aprenda a nadar el primer día, ni hay que forzarlo para que permanezca dentro del agua. Puede disfrutar a su manera: pasar el agua de un recipiente a otro, regar, jugar en los charcos, caminar por la orilla mientras las olas mojan sus pies… Y poco a poco, con la seguridad que le da el adulto, consentirá meterse si hace pie o si está en brazos. Y más tarde tumbarse sobre el agua y nadar, cuando su coordinación motriz madure. Pero también puede ocurrir que el niño sea todo lo contrario, que no tenga miedo a nada y se lance al agua sin pensárselo dos veces. En este caso, hay que permanecer siempre a su lado e inculcarle el respeto al mar para evitar posibles accidentes.

Los niños y la arena

Si el niño es menor de un año, hay que asegurarse de que esté en una zona limpia y alejado de la arena. Le encanta explorar el entorno y podría introducir arena en su boca, ojos u oídos. Una vez que crezca podrá jugar en ella y, si además ya anda y la playa es de arena fina y limpia, no deberá perderse el disfrute de caminar descalzo. Se estimularán las plantas de sus pies y experimentará otra superficie diferente a la de sus zapatos.

Divertirse en la playa

La playa es uno de los lugares donde el niño puede disfrutar más. No importa que se ensucie o que se caiga, la arena es un buen amortiguador. Podrá desarrollar su motricidad haciendo numerosas piruetas y dejar volar su imaginación jugando con el agua y la arena. No es necesario organizar continuamente actividades especiales con él. Tan importante como proponerle juegos es que, con nuestra ayuda, aprenda también a entretenerse solo. Sonreírle, darle un beso, hacerle cosquillitas en los pies o en la tripa, jugar al cucú-tras, lanzarle rodando una pelota, mostrarle una concha o una piedra o admirar su flan de arena, es a veces suficiente para que se sienta querido y desee investigar y ejercitar destrezas por su cuenta.

Algunas actividades…

* La pelota rodante (0 – 6 meses) Colocar al niño con la tripa sobre una pelota hinchable grande y sujetándolo muy bien ensayar diferentes movimientos. Rodar hacia delante y hacia atrás, de un lado a otro, pequeños saltitos… Y si además lo acompañamos con una canción, mucho mejor. Algunos niños pueden tener miedo al principio, con lo cual los movimientos deberán ser muy suaves hasta que cojan confianza. * A volar (6 a 12 meses) Tumbado el adulto boca arriba sobre una toalla, levantar las piernas y colocar la tripa del niño sobre nuestras plantas de los pies. Extender las piernas y darle un «paseo por los aires» sujetándole bien las manos para que no pierda el equilibrio. Empezar por movimientos suaves. * El pozo sin fondo (12 a 18 meses) A medida que crece le fascina todo lo relacionado con la arena y el agua. Puede tirarse las horas muertas llenando de agua un agujero que hagamos en la arena. Y poco a poco, a medida que desarrolla su motricidad fina y ayudado por su imaginación y a veces por el adulto, también conseguirá realizar las típicas construcciones con sus maravillosos cubos, moldes, palas y rastrillos de toda la vida. * Cuestión de puntería (18 a 24 meses) Tirar piedrecillas pequeñas para tratar de dar a una piedra grande un poco distante o encestarlas en un agujero… Es cuestión de imaginación y de puntería. Este tipo de juegos además de divertirlos, son estupendos para desarrollar su coordinación oculomanual.

…pero con cuidado

* Cuidar la hidratación especialmente cuando el niño practica ejercicio. En cuanto comience a sudar en abundancia o su piel se enrojezca en exceso, conviene ofrecerle agua (con bajo contenido en sodio) y procurar que descanse un ratito a la sombra. * En el caso de que entre arena en sus ojos, procurar no frotarlos, sino sacarla con ayuda de suero fisiológico o agua dulce en su defecto. Precauciones previas * Al llegar observar el entorno: temperatura, viento, estado del mar, limpieza del agua, existencia o no de medusas, calidad de la arena... y seguir las recomendaciones de las autoridades locales. * Procurar una zona sombreada y ventilada para la estancia. Pero una «verdadera» sombra (arboleda, toldo, sombrilla tupida), no la que proyecta la sombrilla de la silla de paseo o la de una tienda de campaña colocada al sol. El bebé ha de estar siempre fresco. * Revisar la zona donde el niño va a jugar y retirar los objetos peligrosos: colillas, cristales, latas, etc. Prevención en la arena * Utilizar zapatillas de goma si la playa es de rocas o piedras o si la arena está demasiado caliente o no muy limpia evitará rasguños, resbalones, quemaduras o contagios. * Es recomendable que los niños vayan con bañador para prevenir posibles infecciones, ya que están mucho rato sentados sobre la arena. * Los elementos de las zonas de juego (sobre todo toboganes), en los días de mucho calor, suelen alcanzar altas temperaturas. Hay que evitar que juegue en ellos o refrescarlos previamente con agua. La protección solar efectiva * Media hora antes de salir, aplicarle crema fotoprotectora con un factor de protección elevado (como mínimo 30 si tiene la piel clara) y resistente al agua. Y renovarla cada dos horas, con la piel seca, aunque el día esté nublado, permanezca en la sombra o esté dentro del agua. Los rayos ultravioletas se reflejan en la arena y penetran hasta una buena profundidad en el agua. * No olvidar zonas delicadas, como el empeine de los pies y las orejas. * Aunque la piel esté bronceada, hay que seguir protegiéndola. Evitar la exposición directa al sol durante las horas más calurosas del día (de 11.00 a 16.00 h.) * Cubrir al niño con ropa ligera y de colores claros que le resguarde la piel y con sombreros de ala ancha o gorras con visera que le proteja de las quemaduras solares. * Acostumbrar paulatinamente la piel al sol en cada temporada, sin superar los 5 minutos el primer día. * Una vez fuera del agua, no hay que olvidar secarle el cuerpo, puesto que las gotas de agua sobre su piel se convierten en verdaderas lupas que intensifican la acción dañina de los rayos solares. * En zonas donde la refracción solar es alta, como playas de arena blanca, se recomiendan también gafas de sol con cristales con filtro. Cuidado con el agua * Si camina con seguridad y libertad, no hay que perderlo de vista ni un momento para evitar que se meta en el agua sin la compañía de un adulto o sea arrastrado por el mar involuntariamente. * No dejar solo al niño cuando esté en el agua, ni en el mar ni en su pequeña piscina, cualquier cantidad de agua es peligrosa. Los manguitos y las clases de natación no siempre impiden los ahogos. * Evitar los cambios bruscos de temperatura. No entrar en el agua de forma repentina cuando está muy acalorado o está haciendo la digestión. Es mejor mojar un poco al niño (pelo, nuca, muñecas, pecho…) antes de que se meta completamente en el agua. * Los baños han de ser cortos porque los niños pequeños se enfrían con rapidez. Y si la temperatura ambiente no es alta, se les debe secar lo antes posible. * Son imprescindibles los manguitos cuando el agua sea profunda. * Procurar que no sumerja la cabeza bajo el agua o secar muy bien los oídos después del chapuzón para evitar posibles otitis. Más vale prevenir… pero también se puede curar Y si, a pesar de haber puesto nuestros cinco sentidos, se presenta algún imprevisto, echaremos mano del botiquín de primeros auxilios: * Para pequeñas curas: agua y jabón, gasas estériles, desinfectante, esparadrapo o tiritas, tijeras y pinzas. * Para picaduras de insectos o medusas, quemaduras o sarpullidos: crema con corticoide suave. * Para la arena en los ojos: suero fisiológico. * Para dolores o posible fiebre: termómetro y antitérmico habitual, y las medicinas que esté tomando el bebé bajo prescripción médica.

De vuelta a casa

Si no queremos agotarnos y que nos queden fuerzas para volver al día siguiente, es mejor, con niños tan pequeños, estar como máximo una hora. Si tenemos que coger el coche para desplazarnos, cuidado si ha estado aparcado a pleno sol, ya que habrá acumulado mucho calor en su interior. Antes de sentar al niño es conveniente ventilar el vehículo y asegurarse de que su sillita no quema. Ya en casa sin agobios, después de una buena ducha con «after sun» incluido, comerá fresquito tranquilamente. Y a continuación, una siesta reparadora para mantener en lo posible sus horas de descanso. Quizás podemos repetir otro ratito por la tarde, cuando el sol ya no caliente tanto. Virginia González. Psicóloga y profesora de Educación Infantil.

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