Las funciones del colegio

Las funciones escolares, de Navidad o fin de curso, representan unos momentos muy especiales en la escuela. Son resultado del esfuerzo de niños, profesores y padres, y sus preparativos no solo motivan a los alumnos, sino que son, además, una forma de aumentar el contacto de las familias con la escuela.

La fiesta escolar es una ocasión única para que todos lo pasemos bien. Los niños están orgullosos de demostrarnos lo que saben hacer, los padres nos quedamos embelesados, y todos juntos disfrutamos del momento. Sin embargo, no siempre es así. Los niños más pequeños no comprenden el motivo de las fiestas y muchas veces no quieren disfrazarse y/o no les gusta estar en presencia de tantas personas desconocidas. Sacarles de su rutina los puede desconcertar. A medida que van creciendo, van disfrutando más, pero no todos tienen la misma “facilidad escénica” y alguno de ellos puede sentirse incómodo con su personaje. Por eso, hay que valorar minuciosamente cómo va a ser la participación de cada uno, de modo que todos disfruten realmente de la fiesta.

Los preparativos

Aunque a la hora de “subir el telón” las reacciones de los niños puedan ser muy espontáneas, las fiestas se preparan cuidadosamente: ¿qué van a hacer los niños?, ¿cómo se van a disfrazar?, ¿en qué orden actuarán?, ¿cuáles van a ser los decorados?, ¿qué adulto se encargará de cada cosa?, ¿en qué medida participarán los padres, de modo que su colaboración sea factible y atractiva? Aunque el día de la fiesta cada niño actúe escasamente unos minutos, la preparación de la representación puede conllevar un trabajo de incluso meses: elegir actuaciones y músicas, interiorizar los movimientos, aprender las melodías, memorizar los diálogos, conjugar música y acción, coordinar los movimientos de todo el grupo, ensayar en clase, en el escenario definitivo con otros grupos... Pero es un trabajo que merece la pena.

La participación de los padres

A los padres, normalmente demasiado ocupados, nos puede agobiar el simple hecho de tener que hacerles un disfraz, pero esta petición por parte de la escuela no es una simple demanda de “mano de obra”. Evidentemente, cuando padre y madre trabajamos fuera de casa, cualquier implicación extra nos puede desbordar, pero para nuestros hijos es muy importante sabernos partícipes de sus proyectos. Los niños llegan al colegio entusiasmados, contando los pormenores del progreso de sus disfraces: “mi abuelo me está haciendo la varita mágica”, “ya tengo preparadas las botas”... Hay padres/madres más mañosos que otros, pero lo que a los niños les importa realmente es sentirse disfrazados y percibir nuestro interés. Además, participar puede ser una buena oportunidad para conocer a otros padres e intercambiar con ellos ideas de cómo elaborar los trajes o las direcciones de dónde encontrar los materiales necesarios. Un pequeño esfuerzo derivará en un gran beneficio para el niño.

Efectos positivos

Ilusionar a los niños/as con un buen montaje escénico (bailes, canciones o representaciones teatrales) ya es conseguir de antemano su aceptación y entusiasmo. Pero dichas actuaciones tienen además un gran valor pedagógico, ya que armonizan numerosos elementos educativos. Promueven el aprendizaje a través de medios y técnicas activas, combinando la realidad exterior y su mundo interior, de modo que los permite construir los contenidos de su experiencia, de su pensamiento, de sus sentimientos y de su fantasía. Vinculan varias áreas de expresión (artística, plástica, música...) de forma lúdica, fascinante y eficaz. Enriquecen su lenguaje corporal. Cultivan la imaginación, la creatividad y el pensamiento, liberándolos de sus roles tradicionales. Contribuyen a formar hábitos de trabajo necesarios en la vida social. Fortalecen la voluntad con una equilibrada dosis de disciplina y libertad. Los incentiva a participar en grupo, les enseña a reírse juntos de las mil y una meteduras de pata de cada cual y a apreciar los valores de los demás. Los resultados positivos son evidentes: aprender, convivir y disfrutar.

El día de la fiesta

Ha llegado por fin el día de la fiesta. Ya está todo listo para comenzar. El auditorio se prepara para gozar del espectáculo, algunos actores –aunque actuarán mejor si ignoran al público– intentarán localizar a sus padres, cuando no son los padres los que se empeñan en que sus hijos los descubran entre el público. Los directores de escena ya han supervisado los trajes, el maquillaje, los decorados y el sonido. Son muchas las cosas que se han tenido en cuenta y muchas las personas que han colaborado. Ha sido un gran trabajo en equipo y de coordinación. Todo se ha planificado esmeradamente, pero lo más seguro es que, en el último momento, haya que echar mano también de la frescura de la improvisación. ¡Empieza la función! Sonrisas, lágrimas, saludos, confusiones, olvidos, fotografías... Después de haber practicado tanto, han sido capaces de llevarlo a escena. Con ello, los niños han puesto a prueba nuevas posibilidades de interpretación y han enriquecido su conocimiento y, lo más importante, han podido compartir sus logros con sus padres, profesores y compañeros. Virginia González, Psicóloga escolar y profesora de Educación Infantil


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