¿Por qué mi hijo se niega a probar alimentos nuevos?

En cuanto el peque de la casa ve un plato nuevo, pone mala cara. ¡Es normal! La novedad le asusta y, además, es su modo de demostrar su autonomía. Natalie Rigal, psicóloga-investigadora y especialista del sentido del gusto lo explica para la revista Pomme d’Api.

Pomme d’Api: ¿Por qué mi hijo se niega a comer lo que no conoce?

Natalie Rigal: Entre los 3 y los 10 años, las tres cuartas partes de los niños rechazan los sabores que no conocen. Esa reticencia recibe el nombre de “neofobia alimentaria”. Algunos niños son más neófobos que otros, pero ese miedo casi universal se explica por el hecho de que somos... ¡omnívoros! Tenemos que variar nuestra alimentación aunque, al mismo tiempo, al probar de todo, corremos el riesgo de envenenarnos. Es una prudencia ancestral que, según los investigadores, se ha reactivado en los últimos tiempos, porque cada vez tenemos más incertidumbres sobre la procedencia de los productos alimentarios manufacturados: no conocemos ni su historia ni su origen. Y los niños también son sensibles a esos productos “desconocidos”. La neofobia también se explica por un temor más irracional que se desprende de la idea de que “somos lo que comemos”. Se basa en la creencia de que las propiedades simbólicas de los alimentos pueden modificar nuestra personalidad.

P.A.: ¿Por qué ese rechazo es tan fuerte hacia los 3 ó 4 años?

N.R.: Porque en ese momento el niño accede a una mayor autonomía y empieza a comer realmente solo. Entonces ya no tiene la seguridad de que “es bueno para mí porque me lo da papá o mamá con la cucharita”. Para el aprendiz de omnívoro, se acabaron los tiempos en los que las decisiones las tomaban los adultos. Además, un niño de 3 ó 4 años aprende tantas cosas nuevas al entrar en la Educación Infantil, que puede buscar seguridad comiendo solo lo que conoce y le gusta. Es su “momento de descanso”. Por otro lado, las comidas son un momento propicio para oponerse a los padres. El niño pequeño quiere distinguirse manifestando gustos diferentes a los del resto de la familia. Al decir no a un guiso preparado con mimo por su padre o por su madre, también está diciendo: “Yo soy yo y puedo crecer sin vosotros, así que no meteré en mi cuerpo ese mimo que queréis darme”. Por último, en esta etapa de la vida, son más selectivos porque les falta “flexibilidad cognitiva” o, dicho de otro modo, conocimientos para deducir que un alimento puede adoptar formas variadas. Por ejemplo, aunque les guste el puré de zanahoria, pueden rechazar esta hortaliza si se la ofrecemos rallada. Haced vosotros mismos la prueba cuando os metáis por primera vez en la boca un fruto desconocido. Seguro que comparáis el sabor y la textura con los de otras frutas conocidas. Vuestra “biblioteca de sabores” es lo bastante amplia como para comparar y llegar a la conclusión de que es un fruto comestible. El niño todavía no tiene una biblioteca lo suficientemente rica ni capacidad de extrapolación. Para él, cada nueva presentación, cada nueva fruta, verdura o receta es un nuevo sabor del que puede desconfiar. Natalie Rigal y Sophie Chabot para Pomme d’Api.


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