¿Por qué a los niños les gustan los animales?

Perros, gatos, gallinas, cerdos, burros, corderos... ¡los niños los adoran! ¿Por qué suscitan tanta pasión? La psicóloga Anne Gatecel responde a esta pregunta.

¿Por qué a los niños les gustan los animales?

Sonidos divertidos

¡Miau! ¡Guau! ¡Beee! ¡Cococó! Los bebés son únicos para imitar los sonidos de los animales: ¡nunca se equivocan! Jamás atribuyen, por ejemplo, el balido de la oveja al gallo. Sin duda, esta habilidad se la deben a sus padres: la mayoría juega con su hijo o su hija a las voces de los animales.

Cuando el lenguaje aún no está desarrollado, estas onomatopeyas fáciles de memorizar son muy prácticas en el intercambio adultos-bebé. «¿Cómo hace el gato?», pregunta papá o mamá. «¡Miau, miau!», responde orgulloso el bebé. Es una oportunidad de pasar un buen rato juntos, de ser cómplices y de reír a carcajadas. ¡Es divertido cuando mamá imita a la gallina con su voz aguda o papá muge con voz grave!

Sus personajes favoritos

No es sorprendente que un niño o una niña sea fan de todo tipo de animales: son los protagonistas de la mayoría de los cuentos que le leen y de los dibujos animados que ve. Hace tiempo que los autores comprendieron que sacar a escena osos, conejos... es una fórmula de éxito entre los peques. Los chiquitines se sienten especialmente atraídos por los mamíferos: se identifican con ellos porque, en la ficción, casi siempre aparecen humanizados y viven como los niños. Y eso los tranquiliza. Eso sí, manteniendo cierta distancia: «Que el osito coja una rabieta, se entiende... ¡Pero yo no! ¡Él es un animal!»

Temas de estudio interesantes

Por supuesto, a los niños también les gusta ver a los animales en vivo. La mayoría de los pequeños menores de 3 años no tiene miedo a los animales, aunque sean diez veces más grandes que ellos, como por ejemplo una vaca o un caballo. ¿Qué puede haber más fascinante para un niño que una vaca haciendo sus necesidades en el prado, con total libertad, mientras que él o ella está aprendiendo a controlarse y a no hacérselo en los pañales?

¿Qué hay más mágico que esa gran ubre de la que sale leche cuando se aprieta? ¿Qué hay más divertido que un cerdo que se revuelca en el barro, cuando el pequeño no debe mancharse y se tiene que bañar? ¡Desde luego, los animales son guays! Sin embargo, si el niño no se atreve a acercarse, si parece temeroso... no se debe insistir: es preferible quedarse observando al animal a distancia y dar al peque su tiempo para descubrir.

Uno más de la familia

A veces, el niño tiene la suerte de tener en casa una mascota (un perro, un gato...). En estos casos, la considera un miembro más de la familia y establece con ella un vínculo afectivo fuerte y real. También es frecuente que, cuando aprenden a hablar, los bebés pronuncien el nombre de la mascota antes que el de su hermano o su hermana. El perro o el gato representan para ellos el compañero de juegos ideal: ¡es como un muñeco de peluche animado! Por suerte, el animal suele tener grandes dosis de paciencia: saca las uñas en raras ocasiones y no enseña los colmillos cuando los gestos de su pequeño dueño son torpes o incluso un poco bruscos.

Pero aun así, por la seguridad del bebé, es imprescindible enseñarle, cuanto antes mejor, a tratar con suavidad al perro o al gato, a respetarlo cuando no quiera jugar y cuando prefiera estar solo sin que nadie lo moleste.

Isabelle Gravillon

© Bayard Presse-Popi parents

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