Diálogo con límites en la educación a los niños

Entrevista a Javier Urra sobre la educación en la infancia

Hasta 2001 fue Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, el primero que hubo en España. Ahora, Javier Urra ejerce como psicólogo, pedagogo, profesor y escritor, y, entre otros libros publicó El pequeño dictador. Cuando los padres son las víctimas, que se convirtió en un rotundo éxito.

Se trata de un libro sobre los riesgos de una sociedad que ha educado a sus niños y jóvenes con demasiada permisividad y empieza a ver las consecuencias en los pequeños tiranos que destrozan la vida de sus padres. Las nuevas circunstancias sociales y modelos familiares no pueden ser una disculpa para no responsabilizarse de la educación de los menores en sus derechos, pero también en sus obligaciones, enseñándoles a ponerse en el lugar del otro, a controlar sus impulsos, a reflexionar y a ser críticos y responsables.

En el libro hace una llamada de atención a la Administración para que atienda a los padres que necesitan tiempo para educar a los niños y para aquellos que ya sufren los efectos de los hijos violentos.

Educar a los niños en el diálogo pero poniendo límites

Entrevista con Javier Urra sobre la educación a los niños

Pregunta: Usted atribuye al fracaso educativo de los menores no solo la violencia que ejercen con sus padres, sino también el aumento de otras dificultades de convivencia en la familia y en la sociedad, y propone una educación apoyada en la autoridad, el esfuerzo, la confianza...

Javier Urra: La sociedad ha cambiado mucho y lo de antes no va a volver porque sería un error, pero la gente echa de menos la disciplina y la autoridad, añora la voluntad y el esfuerzo y no sabe cómo recuperarlos.

Y que a muchos padres también se les van de las manos los niños pequeños. En este libro, no da recetas, pero sí muchas pautas, directrices, indicaciones claras para que los padres apliquen una educación correcta desde antes de nacer. No me gustan las recetas, pero los padres no tienen herramientas para actuar con los hijos. Los padres tenemos que decir a los hijos: hasta aquí hemos llegado, estos son los límites.

Te vamos a educar en el autogobierno, en la solidaridad, en la libertad manejada por ti. Desde el diálogo, sí. Pero también desde la norma, desde el límite y lo que no es negociable. Me puedes contar lo que quieras, pero no te voy a permitir que a una determinada edad montes en moto porque creo que hay mucho riesgo en ello; ni que consumas ciertas drogas...

Pregunta: ¿Cómo se distingue el límite que no debe superarse?

Javier Urra: Yo creo que el límite está en el reto. Un niño es caprichoso, sí. Un adolescente se enfada y da portazos. Sí. Pero el límite está cuando reta a los padres por el hecho de disfrutar zahiriéndolos. Una cosa es que un niño quiera algo y el padre no quiera concedérselo. Eso genera una tensión, un conflicto que es, y ha de ser así, entre padres e hijos. No hay que tener miedo al conflicto que se produce en las relaciones de cariño y amor. Pero hay niños que desde corta edad se proponen vencer a sus padres, ridiculizarlos, masacrarlos. Y ese pulso es lo que sirve como límite.

La adolescencia es una etapa difícil, conflictiva. Afortunadamente, casi todos cambian... Los chicos cambian a partir de los 18 años (o a los 20, porque cada vez retrasamos más esa edad).

De los 15 a los 17 años hay una etapa virulenta, en la que, si el niño ha sido bien educado, es pura vitalidad, a veces un poco bipolar, con momentos de melancolía y de euforia, pero encantador... Son así. Pero “el fonendo” hay que ponerlo a los 7 años. Esa es la edad en que el niño empieza a distinguir el yo y el tú y cuando podemos saber cómo va a ser. Cuando los padres dicen que no pueden con su hijo de 6 años, el pronóstico es terrible.

Pregunta: ¿Dónde se encuentra la diferencia entre agresividad y violencia?

Una cosa es la pelea, que está dentro de lo sano. Las peleas por lo mío. Las discusiones... son formas de contacto. Lo que nos da la señal de que puede haber algo grave es la violencia gratuita, de disfrute.

Usted rechaza totalmente el castigo físico. Sí, pero no la sanción. Pegar es ineficaz. Pegar a un niño es cobarde. Pegar a uno de trece años delante de los amigos no lo va a perdonar y no sé si lo olvidará. Pegar a uno de 18 años no lo aconsejo. No veo la bofetada. Pero la sanción es parte de la educación. En el fondo ellos saben que lo necesitan.

¿Los padres pueden saber si sus hijos son violentos, si serían capaces de agredir en la calle?

Cuando unos jóvenes atacan a un mendigo, cuando pegan a otros y lo graban en un móvil, en principio para ellos no hay algo maligno. Pero lo que sí hay, desde luego, es una desconsideración, una falta de respeto, una banalización, un desprecio hacia una subclase, aunque lo nieguen. Son conscientes de lo que hacen, pero tengo mis dudas de que entiendan lo que puede significar. Ver las cosas tras las pantallas les ha hecho creer que todo lo que graban es como si no fuera real... Y luego está la presión del grupo y lo que tomen... Para ellos, la razón de ser es pasar un buen rato, como lo es para otros hacer cosas para ver qué se siente. Un joven que tiene valores y está bien educado eso no lo hace.

Hay muchos jóvenes que no actúan así, que son solidarios. Pero es verdad que estamos haciendo jóvenes insensibles. Padres, maestros, Administración, medios de comunicación, sociedad... Todos se entrecruzan las acusaciones de ser responsables de la situación. Yo creo que se ha perdido el valor, que hay mucho miedo. Nos hacen falta padres, nos hacen falta profesores valerosos.

Hay que actuar; decir a los hijos: este es tu horario y tus estudios. Y tienes que cumplirlo por tu bien y por la sociedad, no por conseguir algo.


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Comentarios (1)

26 feb 2013 23:22 osvaldo niño

es un apoyo para la educacion de mis niños