¿Debemos alentar los sueños de nuestros hijos?

Tenemos que tomarnos en serio los sueños de nuestros hijos e hijas, tanto si son realizables como si no. Los padres tenemos que ayudarles, con mucho tacto, a confrontar los deseos con la realidad. No podemos dejar que crean en sueños imposibles ni impedirles avanzar.

¿Un sueño realizable?

La cuestión del lugar del sueño en la orientación es muy interesante, porque también es muy controvertida. Durante muchos años, se atribuyó a los adultos el papel de “rompedores de sueños”: a la hora de orientar a los jóvenes, había que devolverlos a la realidad. Luego llegó la época dorada para los que tenían “la cabeza en las nubes”, en la que todo el mundo debía realizar sus sueños, a cualquier precio. Sin caer en estos extremos, podemos decir que el sueño tiene dos vertientes: la de las ilusiones y la de las realidades. Puede llevar al mismo tiempo a la huida, a la pasividad, y revestir una dimensión creadora, convertirse en fuerza motriz.

Ayudar al niño a expresar su sueño

El papel de los adultos consiste en poner a prueba, con mucho tacto, los sueños de los niños, preguntándoles: “¿Cuál es tu idea? ¿Para qué sirve? ¿Qué te va a aportar?”. El objetivo, para empezar, es conseguir que el niño explore su sueño, verbalmente. Lo que nos diga nos dará pistas para averiguar si está en el lado de la ilusión o en el de la realidad. Luego, es importante ayudar al niño a descubrir su idea, a confrontarla con la realidad, para que pueda transformarla o no en un proyecto. Puede que su sueño sea una pompa de jabón, pero debe ser él quien la haga estallar. Sobre todo, nunca hay que tratar los sueños de los niños de forma brutal: hay que tomárselos siempre en serio, por estrambóticos que sean. En caso de que fracase en un proyecto, la capacidad del joven para rehacerse será tanto mayor cuanto más le hayamos animado a soñar, a reinventar sin cesar. Robert Solazzi


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