Tardes en la piscina

Tardes en la piscina

Una de mis actividades favoritas en verano desde la infancia es ir a la piscina. A mis hijos también les encanta.

Siempre he sido una persona muy acuática, fui de aquellas niñas que se lanzaban al agua haciendo tirabuzones, volteretas hacia atrás, hacia delante… Todavía hoy me dan ganas de correr como loca hacia el agua al grito de “bombaaaaaa”, pero intento mantener la compostura para que el resto de padres no piense que tengo alguna merma mental.

A mis hijos también les encanta el agua y todas las tardes nos acercamos a la piscina para pasar el caluroso verano a remojo. Jorge juega con cautela e intenta no meter la cabeza en el agua, su técnica para evitar bucear se ha perfeccionado con los días y pase lo que pase a su alrededor, nadie consigue hacerle una aguadilla.

Ernesto es más lanzado, ahora está en esa fase en la que piensa que el agua de la piscina es para beber y se lanza en plancha para dar un gran trago. En realidad piensa que todo es comestible, el césped de la piscina y las hojas que han caído de los árboles son un reclamo muy atractivo para él. En cuanto me despisto, una ramita verde cuelga de su boca.

Jorge ya tiene su grupo de amigos en la piscina. Y ahora el juego de moda es ir de expedición a “el bosque secreto”, que no es otra cosa que una explanada en pendiente con pinos y una caseta que resulta ser “el castillo secreto”. El otro día me mondaba de la risa mirando lo que hacía el aventurero grupo, otro niño le decía a Jorge: “vamos tío, tenemos que vivir una aventura”. Así que ahí anda todas las tardes con su pequeña pandilla, mientras su hermano explora el mundo gateando de toalla en toalla.


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