Campaña de fomento de la lectura “Contadnos cuentos, por favor”

El escritor, cuentacuentos e investigador, Paco Abril, nos da las recetas mágicas para convertir la lectura de los cuentos en un hábito muy especial para los niños.

Desde el mes de octubre, niños y niñas gijoneses de cuatro años, piden a sus padres que les cuenten cuentos. Lo demandan desde una exposición con sus fotografías, grandes carteles, centenares de marca páginas y folletos distribuidos por las bibliotecas, las calles y los escaparates de las tiendas de Gijón. La ciudad está tomada por las imágenes de niños y niñas que dicen frases como: “Ni un día sin una alegría, ni un día sin un cuento”, o, “¿Por qué los médicos no nos recetan cuentos con lo bien que nos sientan?” La Fundación municipal de Cultura, Educación y universidad Popular del Ayuntamiento de Gijón es la entidad promotora de esta idea. Hablamos con Paco Abril, director de Programas Educativos en esa institución, creador de la campaña y autor de las fotografías y los textos que aparecen en ella. ¿Cuál es la finalidad de esta propuesta? Concienciar a padres y educadores de la decisiva importancia que los cuentos tienen para los niños. La mayoría de los padres ya les cuentan cuentos, ¿no? Ojalá fuera cierto. Pero la verdad es que cada vez son menos los padres que atienden esta demanda de sus hijos. Se disculpan argumentando que no tienen tiempo, o que no saben contarlos, o que están muy cansados. Disculpas no faltan. Y, sin embargo, los mejores cuentos, los más saludables, son, precisamente, los que les cuentan los padres y los abuelos. ¿Cómo se llevó a cabo el proyecto? Lo primero fue fotografiar a niños y niñas de cuatro años. Una vez conseguidas las fotos, se seleccionaron treinta niños y niñas. Traté de conseguir fotografías en las que pareciera como si estuvieran hablando, pues la segunda fase del proyecto consistía en ponerles un globo de cómic con el lema de la campaña, “Contadnos cuentos, por favor”, y una frase diferente a cada uno, en la que se daría a los adultos una razón de por qué es necesario contarles cuentos a los niños. Los fotógrafos siempre dicen que no es nada fácil fotografiar a niños, sobre todo tan pequeños, ¿cómo has conseguido que salieran tan expresivos? El único truco para fotografiar niños, como para educarlos, es la paciencia. A la paciencia le añadí unos cuantos peluches para que pudieran “conversar” con ellos. Sólo tuve que esperar, con mucha paciencia, y apretar el disparador en el mejor momento de esa conversación entre niños y peluches. ¿Y por qué son tan importantes los cuentos? Por que son una necesidad vital para la infancia. Por eso le he puesto a un niño: “Los necesitamos más que el comer”. Necesitan relatos para comprenderse a sí mismos, a los demás y al mundo que les rodea. Sorprende que los cuentos, construidos con los materiales de las mentiras, nos lleven a la verdad de nosotros mismos y a la verdad de la realidad a través del laberinto de la imaginación. Los cuentos proporcionan a los niños dones fundamentales para su desarrollo. Como se puede leer en uno de los carteles: “Los necesitamos para crecer por dentro, por donde no se ve, pero se nota”. O sea que los relatos nos ayudan a resolver problemas. No. Los relatos, como dice el gran psicólogo J, Brunner, son instrumentos no tanto para resolver problemas como para encontrarlos. Volvamos a por qué son importantes los cuentos para los niños, yo te digo una de las frases que has puesto a los niños fotografiados y tú me la comentas, servirá para entender con mayor amplitud el significado de este proyecto, ¿de acuerdo? Me parece muy pertinente. “Sé que me quieren porque me cuentan cuentos”, dice una sonriente niña utilizando los cuentos como test para medir el afecto de sus padres, ¿es así? Contarles cuentos a los niños y a las niñas es prestarles atención atenta. Al hacerlo se les ofrecen los más diversos dones, uno de ellos es el del afecto. El padre o la madre que le cuenta un cuento a su hijo le dice sin decírselo: “Te cuento este cuento porque te considero, porque te valoro, porque te tengo en cuenta, en suma, porque te quiero”. A esa frase sobre el afecto hay que añadirle otra que dice otro niño: “Los cuentos son caricias con palabras. ¿A qué todos necesitamos caricias?”

Otra niña nos dice: “¡Eh! ¡Pero contádnoslos con ganas!” Acláralo. Esa fue la frase exacta que le dijo una hija a su madre. Le estaba contando un cuento con tanta desidia que la niña le espetó: “Mami, cuéntame un cuento, pero, por favor, cuéntamelo con ganas”. ¿Y eso de “Me encantan los cuentos que tienen y de repente”? Otra frase de un niño. Le dijo a su padre: “Papá, cuéntame un cuento que tenga y de repente”, esto es, que tenga sustancia, que me diga algo, que me impacte que me emocione. No naderías. Como dice un proverbio napolitano, un relato no es nada sino te dice algo sustancioso sobre tu vida. ¿Hay cuentos sosos, que no emocionan? Demasiados. Una vez, al terminar de leerles a un grupo de niños uno de esos cuentos, que nadie sabe por qué se publican, una niña me dijo: “Pero ya se acabó y todavía no empezó”. “Cuando me cuentan cuentos me entran muchas ganas de saber a leer”, afirma otro niño. Considero que si a los niños y a las niñas les ofrecemos cuentos que les fascinen, desearán, cuando aprendan a leer, seguir leyéndolos solos, porque ya han comprobado que, en los libros, hay historias apasionantes, que merecen la pena. Esta frase me la dijo un niño de tres años y medio. “Siempre que me cuentan cuentos voy al país donde aprendo cosas sin que nadie me dé órdenes”. ¿Qué aprenden en los cuentos? Aprenden un sinfín de cuestiones, porque los cuentos, aunque los protagonistas sean animales o extraterrestres, tratan de problemas humanos, tratan de toda la complejidad que significa vivir con uno mismo y con los demás. Lo más interesante es que ese aprendizaje lo hacen sin la presión de los adultos, sin sus exigencias, sus amonestaciones o sus recriminaciones. Como dice otra niña: “Los personajes de los cuentos, en vez de sermones, nos dan emociones”.

Veamos ahora cinco frases referidas a la tristeza y a la alegría: “Las palabras de los cuentos son las mejores medicinas para curar las tristezas”, “Los cuentos alivian las penas. Deben de tener algo mágico”, “Aunque sean tristes, los cuentos siempre nos dan alegría”, “Son los mejores quitapenas” “De qué estarán hechos los cuentos que nos ponen tan contentos”. Eso, ¿de qué están hechos? Otro don que se les da a los a los niños al narrarles historias es el del consuelo. Consolar es aliviar la pena o la tristeza de alguien y los cuentos producen ese efecto consolador. Ya Kipling decía que las palabras son la droga más poderosa usada por la humanidad. O sea, que los cuento están hechos de palabras consoladoras. Y no solo alivian las penas, también nos permiten afrontar el miedo, porque “Los cuentos”, como dice otra niña, “aunque sean de miedo, siempre nos dan valor”. ¿Y eso de que “Los cuentos me dan las palabras para explicar lo que necesito contar?” Un regalo más que proporcionan los cuentos es el de la palabra. Un ambiente en el que se hable bien es fundamental para adquirir el habla, que es el más importante, y exclusivo, logro de los seres humanos. Relatarles cuentos les proporciona a los niños un enriquecido y extraordinario ambiente lingüístico. A otro niño le has puesto: “Siempre que me cuentan cuentos me salen alas y vuelo a otros mundos. Dadnos alas”. Ese deseo de, digamos, escaparse ¿es otro don? Por supuesto. Los cuentos, por una parte, nos acercan a la realidad, pero, por otra, nos alejan de ella. A ese alejarse lo he denominado don de la fuga. Permite huir a los oyentes, o a los lectores, de ese mundo agobiante de órdenes, avisos, amonestaciones; y también de ese paisaje bastantes veces monótono, insípido y gris de la realidad cotidiana. Por eso un niño dice: Vivo maravillosos momentos cuando me cuentan cuentos”, y otra niña: “Los cuentos nos hacen vivir experiencias extraordinarias”, y otro más: “Quiero viajar en las ligeras alas de los cuentos”.

Nueva frase: “Me veo en ellos como si me mirara en un espejo”. Que es otro don que otorgan los cuentos, el de la identificación. Los niños y las niñas se ven reflejados en los cuentos como si estuvieran viéndose en un espejo. La razón por la que muchos piden que se les repita una y otra noche el mismo cuento, puede ser porque se identifiquen con alguno de los personajes de ese relato, les haga vivir algo que les preocupa, que les inquieta y, que, a la vez, les da pistas para afrontarlo. Por eso los niños que escuchan cuentos podrán suscribir la frase de otra niña que dice: “Cuando me cuentan cuentos me entiendo mejor a mí misma”. “¿Cómo vamos a dormir sin un cuento?”, dice una niña pensativa. ¿Acaso se pueden utilizar como somníferos? Como somníferos, no, pero como equipaje de mano, sí. Por eso otra niña afirma: “Lo mejor para viajar al País de los Sueños es un cuento”. “¿A qué hasta lo imposible es posible en los cuentos?”, pregunta otro niño. ¿Qué le respondes? Por supuesto que sí. En los cuentos se puede convertir en realidad lo más imposible. Por ejemplo, los animales y los objetos pueden hablar, los humanos volar y los monstruos pasearse a sus anchas. Todo, todo es posible en los cuentos. Todo es posible a condición de que estén escritos de manera creíble. Atribuyes demasiadas virtudes a los cuentos. Hasta supones que mejoran el comportamiento, pues una niña dice: “Cuando me cuentan cuentos deseo ser mejor de lo que ya soy”. Parece un tanto exagerado que alguien pueda mejorar con un cuento. Reconozco que puede parecer exagerado, pero los personajes de los cuentos con los que se suelen identificar los niños, viven inmersos en todo tipo de vicisitudes, deben superar obstáculos, enfrentarse a problemas inesperados, modificar comportamientos. Al final, esos personajes, salen crecidos de su peripecia. El niño o la niña que, por así decirlo, “vive un cuento”, participa de la aventura de sus héroes y sale del cuento igual que ellos, mejorado. ¿Cuál es el mejor sitio para contarle un cuento a un niño? La respuesta la da una niña desde uno de los treinta carteles. Dice: “Cualquier lugar es bueno para escuchar un cuento”. Pues que se cumpla lo que dice otra niña: “Ni un día sin alimento, ni un día sin un cuento”. Que así sea, ese es el objetivo de esta campaña.

Entrevista realizada por Ana López Chicano para la revista CLIJ (Cuadernos de Literatura infantil y Juvenil) n.º 201, febrero 2007. Publicada por gentileza de CLIJ. Fotos: Paco Abril.

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